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INTRODUCCIÓN
La presente, es
una de las obras editadas por el N.S.D.A.P.[1]
en el curso del año 1934, destinadas a explicar, en sus líneas esenciales, la
política económica del III Reich
durante la primera etapa revolucionaria. Rampa de lanzamiento de la gran
Revolución Nacionalsocialista, este proceso habría de culminar con la propiedad
comunitaria de los medios de producción, lo cual implicaba, la extirpación
definitiva del parasitismo burgués capitalista, y la consecuente desaparición
del proletariado como clase económica. De esta manera, el proletario, mero
asalariado, subesclavo de la empresa capitalista del régimen burgués, ascendía
al rango de productor de la empresa comunitaria del Orden Social Natural[2].
Para aquellos
que, por desconocimiento o por mala fe o por ambas cosas a la vez, le niegan al
Nacionalsocialismo su esencia y carácter revolucionario, que una revolución no
consiste simplemente en un cambio de estructuras ni en un golpe de estado. Se
trata, pues, del restablecimiento del Orden Social Natural mediante la
restauración del Estado en sus funciones comunitarias.
En conformidad
con los principios rectores de la ciencia política, el nacionalsocialismo
restauró al Estado en sus funciones específicas al convertirlo en órgano
unitario de mando y de síntesis de todas las fuerzas operantes del cuerpo
social, y restableció, el Orden Natural, al estructurar orgánicamente a la
comunidad, conforme a sus exigencias históricas y funcionales.
En lo económico
social, razones de orden táctico, también exigían proceder por etapas. En
efecto, Alemania en vías de reconstrucción y ante la amenaza latente de guerra
por parte de sus enemigos tradicionales y eventuales, debía mantener no sólo un
alto nivel de producción, sino también, la unidad del frente interno, lo cual
hubiese sido imposible de lograr, con los conflictos sociales que los cambios
radicales producen. Como podemos observar, se trató de evitar los peligros de
una revolución brutal en la estructura económica, en tanto las circunstancias
políticas no lo permitiesen.
No obstante, el
régimen: a) concretó la creación y federación de empresas comunitarias[3]
b) eliminó el chantaje[4]
capitalista que el patronato ejercía; c) exigió de las corporaciones
constituidas por la conjunción de la asociación patronal y del sindicato obrero
de una misma rama de la producción el respeto del plan económico comunitario y
el mantenimiento de la paz social; d) retuvo en forma de impuestos la
plusvalía, hasta entonces acaparada por los capitalistas, y la utiliza con
miras al bien común, particularmente en favor de los trabajadores menos
favorecidos con relación a los demás estamentos de la población.
Los detentadores
del capital pierden su poderío, y ven sus utilidades reducidas al legítimo
interés de su dinero; e) los jefes de empresa en lugar de seguir siendo los
apoderados de los dueños de los instrumentos de la producción, recuperan su
autoridad natural, al mismo tiempo que su papel de productores; f) los
trabajadores participan en las decisiones que les incumben y fiscalizan las
condiciones de trabajo; g) la plusvalía va a la comunidad y no a los bolsillos
del burgués; h) la producción es regulada en función de las necesidades reales
del consumo y no del lucro, o sea, de la renta del capital;
A los pocos
meses de asumir el poder, la política económica Nacionalsocialista comienza a
transformar el panorama sombrío que ofrecía Alemania, sometida por el tratado
de Versalles. El número de desocupados se reduce en menos de un año, en un 54%
aumenta el índice general de la producción; se eleva notoriamente el nivel de
vida; se reducen las importaciones, se desarrolla la industria...
Como podemos
observar, la revolución Nacionalsocialista, no fue la “reacción del capitalismo
en crisis” sino la causa de la crisis del capitalismo. Esta es la razón por la
que los dos tentáculos de éste, el capitalismo liberal individualista, y el
capitalismo marxista, dirigidos por la Internacional Aurea, demostrando una vez
más sus comunes orígenes, se coaligaron para aniquilar un régimen cuyas estructuras
socioeconómicas, no permitían el ejercicio del poder político del dinero. La
abolición de la esclavitud del interés, uno de los conceptos medulares de la
doctrina Nacionalsocialista, se convierte en el antídoto del veneno judío. La
usura, fuente de vida del capitalismo, razón de ser del hebreo, asistía a su
propio funeral[5]:
las estructuras patológicas de la plutocracia, eran arrasadas. La onda
expansiva del Nuevo Orden Revolucionario, surgido de la síntesis entre el
Nacionalismo y el Socialismo, se propagaba por los pueblos de Europa, en tanto
que las demoplutocracias reaccionarias veían peligrar su reinado.
[1] Partido
Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores.
[2] Cuando el
orden, armonía dinámica de un conjunto social, surge de la adecuación de las
estructuras a las exigencias naturales e históricas de su afirmación, estamos
entonces, ante una comunidad orgánicamente estructurada. Esto es: Orden Social
Natural.
[3] Es decir, la
empresa considerada como una comunidad jerarquizada de Productores diversamente
especializados, liberados del yugo burgués que somete a los productores,
reduciéndolo a la condición de asalariados. Integrada orgánicamente dentro de
la estructura económica comunitaria cumple con su específica función de servir
a la comunidad y no a los intereses espurios ni de las sociedades anónimas, ni
de usurpador alguno.
[4] El
advenimiento al poder del capitalismo liberal individualista en 1789, arrasa
con el concepto de la propiedad individual y familiar sustentado en el taller
artesanal sustituyéndolo por el nuevo concepto individualista de la propiedad,
fundada en el chantaje capitalista, que puede expresarse de esta forma: “yo tengo
la máquina por mi capacidad económica; Uds., los trabajadores, aportan su
inteligencia, esfuerzo físico, conocimiento, técnica, todo lo inherente al
trabajo. Sin ustedes no hay producción posible, por esto, yo les pago un
salario para que puedan sobrevivir y no morir de hambre. Sepan además, que el
único dueño de la fábrica y de los medios de producción, soy yo, el patrón. Y
si no les gusta mi propuesta, vayan a otra fábrica”. Allí serán nuevamente
chantajeados.
Este es el fundamento del robo capitalista
que hace de la empresa su propiedad individual, cuando debería ser una
organización necesariamente comunitaria. Esta desnaturalización patológica, no
se produce solo en el régimen capitalista liberal individualista, sino también
en el capitalismo estatal marxista, pues ambos, que proceden de una misma
fuente, “no son ideologías antinómicas son etapas de un mismo proceso”. En el
capitalismo de Estado, los obreros de una empresa, no tienen acceso ni a la
propiedad ni a la dirección de la misma, pues todo le pertenece al Estado,
único patrón. Por esto, el trabajador, dentro de este régimen, sigue siendo un
proletario, un asalariado del estado, y el estado, sigue siendo burgués
capitalista.Como podemos observar, no hay nada más
antisocialista, que el tan publicitado “socialismo marxista”.
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