El «socialismo nacional antimarxista»
En el manifiesto de los «Grupos Nacionalistas Revolucionarios de Base», organización francesa afecta a esta corriente, que publica la agencia informativa semanal «Cahiers Européens», encontramos la definición de socialismo nacional. Escriben los nacional-revolucionarios franceses:
«El Estado Nacionalista será, ante todo, el brazo armado de la comunidad nacional. Nosotros combatimos por un "Socialismo Nacionalista" que no es más que la expresión de nuestra oposición radical y absoluta al capitalismo bajo todas sus formas. El capitalismo no es más que el excremento insano, en el dominio económico, del liberalismo político y de la ideología sionista.»
El Socialismo Nacionalista es la toma de conciencia de que una sociedad comunitaria es la opción económica y social indispensable del Estado Nacionalista sobre el plano político. Este socialismo concebirá la economía de la siguiente forma:
— Asegurará el pleno desarrollo de la empresa libre. La propiedad será respetada y sostenida por el Estado Nacionalista en tanto que verdadero antídoto del capitalismo monopolista.
—Asegurará el control por la Comunidad Nacional de todos los bienes que le han sido sustraídos y los utilizará para el desarrollo de las fuerzas productivas de la nación.
— En las empresas se ayudará al desarrollo de grupos autónomos de productores, favoreciendo el interés de los trabajadores no sólo en los frutos de la expansión de su empresa, sino también en la posesión de los útiles mismos de trabajo.
— El objetivo final del Socialismo Nacionalista será la puesta en pie de una comunidad social homogénea, la de todos los Trabajadores, la de todos los productores, que excluirá de su seno a los parásitos y los aprovechados.»
Tales son las primeras ideas: se acepta la propiedad privada, se reserva el derecho de nacionalización y, por último, se manifiesta a favor del reparto de beneficios y de la propiedad de los medios de producción por la comunidad de trabajadores. Los nacional-revolucionarios no ocultan en ningún momento sus simpatías hacia el movimiento cooperativista, descubriendo en él una buena forma de practicar acupuntura inmovilizadora en algunos sectores de la economía capitalista. Incluso, algunos neo-fascistas han ido más lejos, como en Italia, en donde las fracciones nacional-revolucionarias del M.S.I. están organizando —en otoño de 1977—comunidades cooperativas agrarias a fin de poner en práctica sus esquemas comunitarios.
Normalmente todas las sectas nacional-revolucionarias coinciden en dividir la economía en tres sectores: un primer sector que llaman de «importancia estratégica» y en el que engloban a las industrias pesadas y aquellas que por su importancia puedan ser de utilidad preeminente para la nación. Proponen nacionalizar este primer sector, así como los servicios públicos, transportes, etc. También se propone poner coto a los beneficios de la gran banca y de la alta finanza, prohibiendo los trusts y los monopolios privados, nacionalizando el servicio de crédito, etc. Un segundo sector engloba a las pequeñas empresas, industrias familiares o artesanales con pequeño número de trabajadores; éstas, naturalmente, continúan como empresas privadas ya que ni su volumen, ni su importancia estratégica aconsejan poner coto a sus actividades y, por otra parte, suponen un tributo a la propiedad privada. Por fin un tercer sector, constituido por empresas de tamaño medio, empresas de servicios, tienen dentro del esquema nacional-revolucionario, una importancia especial ya que deberán de ser gestionadas mediante un sistema cogestionario en el que participen representantes del capital privado y de los trabajadores, tendiéndose siempre a reducir el primero a la mínima expresión y a aumentar el papel de los accionistas obreros.
En cuanto a las opciones presentadas frente al sindicalismo de las grandes formaciones obreras dependientes más o menos directamente de los partidos democráticos, los nacional-revolucionarios proponen como alternativa los sindicatos de empresa y los sindicatos por ramas de producción que posean un patrimonio propio. En esto se deberían asemejar a los gremios medievales, poco conocidos en la actualidad, que poseían medios de producción propios. Los sindicatos de empresa tienden a configurar un ambiente comunitario en el seno mismo de las fábricas.
Extraído por CET de: "La ofensiva neo-fascista", de Ernesto Cadena.
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