El economista alemán Gottfried Feder, en su obra Manifiesto para el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero, dedicó un estudio específico al interés del dinero y por qué éste constituye un gran mal para un país. La tesis del préstamo a interés, afirma Feder, es “el invento diabólico del supracapitalismo”.
Sólo ella posibilita la indolente vida de zángano de una minoría de poderosos del dinero, a costa de los pueblos creadores y de su capacidad de trabajo; es ella quien ha llevado a la sociedad a vivir contrastes abismales. El quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero significa la restauración de la libre personalidad, la salvación del hombre de la esclavización. El capital prestamista es tan infinitamente superior frente a todo gran capital industrial (dedicado a producción), que las grandes potencias del dinero sólo pueden ser enfrentadas eficientemente mediante el quebrantamiento de la servidumbre del interés del capital prestamista.
Hjalmar Schacht (un masón y saboteador de los esfuerzos militares alemanes) fue uno de los principales encargados de alimentar al principio de los años 30, la inestabilidad que acabó haciendo caer a los sucesivos cancilleres alemanes hasta que Adolf Hitler asumió el cargo. Schacht obtuvo préstamos de los banqueros judíos Montagu, Mendelssohn, Wassermann, Warburg y de la Banca Morgan norteamericana.
Cuando Hitler afianzó el poder, y coincidiendo totalmente con Feder, rechazó las proposiciones de Schacht para que Alemania pidiera préstamos de extranjeros y le prohibió que continuara por ese camino. Le dijo que no quería que Alemania viviera de prestado; “los préstamos ataban al país; le coartaban su soberanía”.
Los créditos, además de que significan una carga de intereses, implican depender políticamente de fuerzas extrañas a la nación. Los intereses devoran la capacidad de ahorro de un pueblo.
Sustitución del “patrón-oro” por el “patrón-trabajo”.
“Hitler saludando a los obreros”
En el capitalismo financiero plutocrático, el capital produce la riqueza, pero en la economía del Tercer Reich, es el trabajo el medio que la produce.
La economía nacionalsocialista se desliga completamente del sistema monetario basado en el interés, la deuda, el dinero-fiat y el patrón-oro. Sólo se emite moneda para pagar un trabajo realizado. La moneda está respaldada por el trabajo y la riqueza real de la nación, no por cuestiones intangibles ni por recursos materiales que no existen en la práctica. La masa monetaria de un país debería ser exactamente igual a la riqueza real y tangible de dicho país. No puede ser que haya más dinero o menos dinero que bienes y servicios disponibles. Si el Estado desea crear crédito (dinero), antes debe crear riqueza.
Los beneficios producidos por las obras públicas costean su propia construcción. Por ende, las obras se pagan a sí mismas, y cada vez que se hace una obra, simplemente se crea dinero para pagar a los trabajadores y así aumenta la masa monetaria conforme al valor real de la obra. De este modo, el asunto de los impuestos sufriría una revolución total en un sistema económico nacionalsocialista: los impuestos podrían bajar muchísimo y hasta suprimirse del todo, lo cual era el objetivo final de los nacionalsocialistas.
Oswald Spengler afirmó que “Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica… Una economía puede moldearse según el alma de una generación… La economía tiene un deber moral… Desde Adam Smith hasta Marx se utiliza un análisis eminentemente materialista… Tenemos una concepción nueva de la economía que está situada más allá del capitalismo y del marxismo.”
Por su parte Feder afirmaba: “Las finanzas deben estar al servicio de la comunidad. Los plutócratas no deben formar un Estado dentro del Estado. En el área de la política social nuestro principio debe ser: el bien general es la ley suprema.”
En plática con los obreros de la construcción, donde millones de cesantes estaban encontrando empleo, Hitler les decía:
Yo juzgo a una economía desde el punto de vista del provecho que en la práctica proporciona al pueblo y no partiendo de una teoría. Así, si alguien nos dice: Miren, tengo una teoría económica maravillosa, debemos responderle: ¿Qué provecho se le puede sacar? Esto es lo decisivo. La teoría no debe interesar en modo alguno, nos debe interesar únicamente el provecho, pues las personas no están al servicio de la economía, sino la economía al servicio de las personas.
Adolf Hitler.
Yo juzgo a una economía desde el punto de vista del provecho que en la práctica proporciona al pueblo y no partiendo de una teoría. Así, si alguien nos dice: Miren, tengo una teoría económica maravillosa, debemos responderle: ¿Qué provecho se le puede sacar? Esto es lo decisivo. La teoría no debe interesar en modo alguno, nos debe interesar únicamente el provecho, pues las personas no están al servicio de la economía, sino la economía al servicio de las personas.
Adolf Hitler.
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