- Circulo de Estudios Tercerposicionistas: mayo 2015
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miércoles, 13 de mayo de 2015

El socialismo

"Voy a hablar de lo que tengo sobre el corazón, salga como saliere. Advierto que no soy orador: pero a nadie mejor que a jóvenes socialistas me parece grato ofrecer esta doncellez de mi palabra. Se me ha invitado a dar una conferencia anticlerical y sobre esto tengo que hacer alguna leve observación. Vivimos en una época negativa española. Todos somos anti-algo. Cada cual parece esforzarse en delinear su fisionomía intelectual, su postura política por medio de la negación del vecino: yo soy lo contrario que mi vecino. Bien, pero esto es una pura negación: y una negación no es nada. Con decir que una cosa no es blanca nos quedamos sin saber que es la cosa. Yo soy lo contrario de mi vecino: pero mi vecino, ¿qué es? Es lo contrario que yo. Como veis, siendo anti-algo no se llega nunca a ser algo. Con marcar nuestras diferencias no logramos nada: un famoso filósofo observaba que las diferencias son sólo los límites de las cosas, no las cosas mismas. Yo creo que un hombre que fuera propietario de todas las lindes que separan unas de otras las haciendas rurales de España, no sacaría de su posesión rentas suficientes para pagarse siquiera el tabaco.

El hecho de haber aceptado tomar parte en estas conferencias es la más plena aprobación que puedo dar de su sentido. Está bien, pues, que seamos anti-clericales pero yo os hago notar que a su vez los clericales carecen de contenido positivo: los clericales son los anti-masones, los anti-socialistas, los anti-científicos, los anti-morales, los anti-demócratas, los anti-nosotros. El clericalismo, señalándonos, dice: Voilà l´ennemi. Con decir anti-clericales decimos, pues, solamente que somos enemigos de nuestros enemigos. Y esto es demasiado evidente para que con ello adelantemos mucho.

Quisiera acentuar, aun aprobando completamente, repito, el sentido de estas conferencias, que de lo que menos debemos preocuparnos es de ser anticlericales o antimonárquicos o antiburgueses: es preciso que antes trabajemos por hacernos nosotros, por enriquecer nuestro espíritu, por hacer poderosa y enérgica nuestra fisionomía. No somos sólo enemigos de nuestros enemigos: sería convertir al mundo en una negación. De esto es de lo que protesto: socialismo, la palabra más grave y noble, la palabra divina del vocabulario moral moderno, no puede significar solo una negación. Perdonad si entro en fervor excesivo, pero es que el socialismo no es para mi un vocablo aprendido, como suelen serlo los términos científicos, no es algo externo a mí y que pueda yo poner o quitar de mi espíritu. Para mí, socialismo es la palabra nueva, la palabra de comunión y de comunidad, la palabra eucarística que simboliza todas las virtudes novísimas y fecundas, todas las afirmaciones y todas las construcciones. Para mí, socialismo y humanidad son dos voces sinónimas, son dos gritos varios para una misma y suprema idea , y cuando se pronuncian con vigor y convicción, el Dios se hace carne y habita entre los hombres.

Para mí, socialismo es cultura. Y cultura es cultivo, construcción. Y cultivo, construcción, son paz. El socialismo es el constructor de la gran paz sobre la tierra. ¿Cómo no he de trabajar para que el socialismo deje de significar principalmente enemistad, negación, lucha? No, no; los socialistas no somos sólo enemigos de nuestros enemigos, no somos un principio de enemistad. Somos, antes que esto y más que esto, amigos de nuestros amigos; tenemos un ideal de ubres inagotables en torno al cual se agrupan, se aúnan comulgan, comunican y se socializan los hombres; antes que nada y más que nada , somos un principio de amistad.

Yo no sé si esto os extraña: a vosotros se os ha enseñado que la fórmula central del socialismo es la lucha de clases. Por ello yo no estoy afiliado a vuestro partido, aún siendo mi corazón hermano del vuestro. Sólo un adjetivo nos separa: vosotros, sois socialistas marxistas; yo, no soy marxista".

Con estas palabras se dirigía José Ortega y Gasset a las juventudes en una conferencia en la Casa del Partido Socialista madrileño, el 2 de Diciembre de 1909. De ellas pueden extraerse dos conclusiones importantes: la primera, que ninguna corriente de pensamiento político será fecunda si basa su ideario en la enemistad, aunque entre los objetivos de dicha corriente se incluyan cambios que se oponen totalmente al sistema que se desea cambiar. La segunda, que el socialismo es la única doctrina con el suficiente ímpetu sanador para lograr construir una sociedad más justa, que es sin duda el objetivo más noble al que se puede aspirar. La justicia ha de servir como elemento de comunión entre los hombres, y comunión significa paz; ahora bien, bajo ciertas circunstancias la única manera de encontrar la anhelada justicia exige de ciertos sacrificios. Ningún sistema se ha implantado a lo largo de los siglos sin la intervención de las armas.

Las acciones de cualquier índole, sin embargo, requieren de un principio que las mueva, la cuestión fundamental reside en saber si dicho principio justificará los medios que se utilicen para alcanzarlo.

Cada individuo se ve necesariamente afectado por las circunstancias de la nación a la que pertenece, por ello su involucración en las cuestiones de Estado mediante la política es una consecuencia lógica. Este proceso desemboca inequívocamente en el patriotismo, no en aquél del que alardean tendencias derechistas para ahondar las diferencias entre clases, sino ese al que el mismo filósofo se refería al afirmar: "el patriotismo verdadero es la crítica de la tierra de los padres y construcción de la tierra de los hijos".

domingo, 10 de mayo de 2015

La empresa para quien la trabaja, de Javier Iglesias.

Introducción

Las realizaciones y conquistas sociales del Peronismo en su primera etapa de gobierno (1946-1955), son tantas y tan importantes que, entre los propios seguidores de dicho Movimiento, es común interpretarlas como el fruto de una Revolución totalmente realizada; una especie de "Edad de Oro" de los trabajadores y del Pueblo argentino que, con algunas variaciones de detalle, puede y debe recuperarse mediante la organización y la lucha.

Paradójicamente esa versión del Peronismo como una Revolución"concluida" que hay que repetir y recuperar, no coincide en lo más mínimo con lo que pensaban aquellos que la llevaron a cabo en el pasado, ni mucho menos y en especial, con los planteamientos del mismo General Juan Domingo Perón.

Para todos ellos, la riquísima experiencia política, económica y social del periodo 1943-1955 es apenas el inicio de una transformación revolucionaria mucho más profunda y, por lo que se refiere a lo económico, el verdadero comienzo de un proceso de gradual socialización de los medios de producción.

Que ese objetivo socializante es afirmado explícitamente y desde un principio por importantes sectores del Movimiento Peronista, puede probarse con la simple lectura de los estatutos de la CGT aprobados en su Congreso Extraordinario de abril de 1950.

En su Preámbulo, después de afirmar que "la Doctrina Peronista, magistralmente expuesta por su creador, el General Juan Perón, define y sintetiza las aspiraciones fundamentales de los trabajadores argentinos y les señala la verdadera doctrina, con raíz y sentido nacional, cuya amplia y leal aplicación ha de forjar una Patria Justa, Libre y Soberana", fundamentan esa definición ideológica en el hecho de que:

"El proceso de realización tiende hacia la gradual socialización de los medios de producción y en cambio impone al proletariado el deber de participar y gravitar desde el terreno sindical para afianzar las conquistas de la Revolución Peronista, para consolidarlas en el presente y ensancharlas en el futuro". [1]

La inequívoca definición del Movimiento Obrero Argentino -calificado habitualmente por el General Perón como la "columna vertebral" del Peronismo- no es, por otra parte, una simple declaración sectorial. En ocasión tan importante como el 1º de mayo de 1952, en su alocución a los legisladores argentinos con motivo de la inauguración del 86º periodo ordinario de sesiones del Congreso Nacional, el propio Líder justicialista también afirma tajantemente:

"Así como la clase de los hombres que trabajan va substituyendo a los representantes del individualismo capitalista en el panorama político, también la clase de los hombres que trabajan va substituyendo progresivamente a las empresas individualistas, con las nuevas organizaciones de tipo cooperativo. Ello significa que los trabajadores, por la natural evolución económica de nuestro sistema, van adquiriendo progresivamente la propiedad directa de los bienes capitales de la producción, del comercio y de la industria. Este camino, por el que avanzan ya los trabajadores argentinos, tiene un largo pero fecundo recorrido y posibilitará el acceso del pueblo a la conducción de su propia economía. El viejo ideal del pueblo, en la plena posesión de sus derechos políticos, sociales y económicos, se realizará entonces, y en aquel momento la justicia social alcanzará la cumbre de sus objetivos totales y la doctrina peronista será la más bella y absoluta de las realidades". [2]

Que el Peronismo fundacional aspiraba a la total socialización de "los bienes capitales de la producción, del comercio y de la industria" resulta, pues, irrefutable, más allá del ritmo de esa socialización; ritmo que, como es natural, depende más de la cambiante relación de fuerzas nacional e internacional que de cuestiones ideológicas o esquemas teoricistas de salón.

Cuando, a partir de los propios textos peronistas, afirmamos que el Peronismo apunta hacia la socialización de los medios de producción, ¿estamos coincidiendo con la acusación del "nacionalismo" fascistizante y antiperonista según la cual el Justicialismo sería "un movimiento que sale del capitalismo y camina hacia el comunismo"? [3]

Obviamente no.

Los creadores de la Doctrina Peronista siempre recalcaron su carácter de"Tercera Posición"; sus postulados anticapitalistas pero, a la vez, diferentes de los del colectivismo totalitario y burocrático marxista.

En el discurso del 2 de mayo de 1950 es también Perón el que recalca magistralmente ese "tercerismo" económico peronista:

"Para el capitalismo la renta nacional es producto del capital y pertenece ineludiblemente a los capitalistas. El colectivismo cree que la renta nacional es producto del trabajo común y pertenece al Estado, porque el Estado es propietario total y absoluto del capital y del trabajo. La doctrina peronista sostiene que la renta del país es producto del trabajo y pertenece por lo tanto a los trabajadores que la producen." [4]

El Peronismo no confunde, por lo tanto, socialización con estatización.

Es anticapitalista pero pretende, a diferencia del marxismo, no la entrega de los medios de producción a un gigantesco Estado-Patrón dictatorial sino directamente a los propios trabajadores.

Se trata de una concepción con mucha semejanza con lo que posteriormente será conocido como "socialismo autogestionario" [5] aunque también puede considerarse emparentada a las posiciones del anarcosindicalismo y del"sindicalismo revolucionario" europeo anterior a la Segunda Guerra Mundial; algo que han destacado recientes estudios ideológicos imparciales como los de Cristián Buchruker:

"Más que del socialismo clásico, el peronismo en gestación adoptó ideas fundamentales del anarcosindicalismo hispano-francés, el cual ya tenía una tradición no despreciable en el gremialismo argentino. Se trata aquí de dos exigencias: a) el directo protagonismo político del sindicato (no por mediación del partido) sobre todo a través de la huelga general como instrumento de acción; y b) el objetivo lejano de una administración de los medios de producción por los sindicatos mismos." [6].