- Circulo de Estudios Tercerposicionistas: 2015
Desde CET no tenemos por qué suscribir en su totalidad el contenido compartido, pero consideramos que es de interés didáctico.

martes, 10 de noviembre de 2015

El Socialismo nacional

El «socialismo nacional antimarxista»

En el manifiesto de los «Grupos Nacionalistas Revolucionarios de Base», organización francesa afecta a esta corriente, que publica la agencia informativa semanal «Cahiers Européens», encontramos la definición de socialismo nacional. Escriben los nacional-revolucionarios franceses: 

«El Estado Nacionalista será, ante todo, el brazo armado de la comunidad nacional. Nosotros combatimos por un "Socialismo Nacionalista" que no es más que la expresión de nuestra oposición radical y absoluta al capitalismo bajo todas sus formas. El capitalismo no es más que el excremento insano, en el dominio económico, del liberalismo político y de la ideología sionista.» 

El Socialismo Nacionalista es la toma de conciencia de que una sociedad comunitaria es la opción económica y social indispensable del Estado Nacionalista sobre el plano político. Este socialismo concebirá la economía de la siguiente forma: 

— Asegurará el pleno desarrollo de la empresa libre. La propiedad será respetada y sostenida por el Estado Nacionalista en tanto que verdadero antídoto del capitalismo monopolista. 

—Asegurará el control por la Comunidad Nacional de todos los bienes que le han sido sustraídos y los utilizará para el desarrollo de las fuerzas productivas de la nación. 

— En las empresas se ayudará al desarrollo de grupos autónomos de productores, favoreciendo el interés de los trabajadores no sólo en los frutos de la expansión de su empresa, sino también en la posesión de los útiles mismos de trabajo. 

— El objetivo final del Socialismo Nacionalista será la puesta en pie de una comunidad social homogénea, la de todos los Trabajadores, la de todos los productores, que excluirá de su seno a los parásitos y los aprovechados.» 

Tales son las primeras ideas: se acepta la propiedad privada, se reserva el derecho de nacionalización y, por último, se manifiesta a favor del reparto de beneficios y de la propiedad de los medios de producción por la comunidad de trabajadores. Los nacional-revolucionarios no ocultan en ningún momento sus simpatías hacia el movimiento cooperativista, descubriendo en él una buena forma de practicar acupuntura inmovilizadora en algunos sectores de la economía capitalista. Incluso, algunos neo-fascistas han ido más lejos, como en Italia, en donde las fracciones nacional-revolucionarias del M.S.I. están organizando —en otoño de 1977—comunidades cooperativas agrarias a fin de poner en práctica sus esquemas comunitarios. 

Normalmente todas las sectas nacional-revolucionarias coinciden en dividir la economía en tres sectores: un primer sector que llaman de «importancia estratégica» y en el que engloban a las industrias pesadas y aquellas que por su importancia puedan ser de utilidad preeminente para la nación. Proponen nacionalizar este primer sector, así como los servicios públicos, transportes, etc. También se propone poner coto a los beneficios de la gran banca y de la alta finanza, prohibiendo los trusts y los monopolios privados, nacionalizando el servicio de crédito, etc. Un segundo sector engloba a las pequeñas empresas, industrias familiares o artesanales con pequeño número de trabajadores; éstas, naturalmente, continúan como empresas privadas ya que ni su volumen, ni su importancia estratégica aconsejan poner coto a sus actividades y, por otra parte, suponen un tributo a la propiedad privada. Por fin un tercer sector, constituido por empresas de tamaño medio, empresas de servicios, tienen dentro del esquema nacional-revolucionario, una importancia especial ya que deberán de ser gestionadas mediante un sistema cogestionario en el que participen representantes del capital privado y de los trabajadores, tendiéndose siempre a reducir el primero a la mínima expresión y a aumentar el papel de los accionistas obreros. 

En cuanto a las opciones presentadas frente al sindicalismo de las grandes formaciones obreras dependientes más o menos directamente de los partidos democráticos, los nacional-revolucionarios proponen como alternativa los sindicatos de empresa y los sindicatos por ramas de producción que posean un patrimonio propio. En esto se deberían asemejar a los gremios medievales, poco conocidos en la actualidad, que poseían medios de producción propios. Los sindicatos de empresa tienden a configurar un ambiente comunitario en el seno mismo de las fábricas. 

Extraído por CET de: "La ofensiva neo-fascista", de Ernesto Cadena.

sábado, 19 de septiembre de 2015

¿Qué es el nacionalismo revolucionario?, de François Duprat.

El nacionalismo revolucionario representa una tentativa de control de la crisis actual de Occidente, en el plano de una re-evaluación radical de los valores de dicha sociedad. Ese nacionalismo revolucionario propone como núcleo central de la acción humana la idea de Nación, concebida como una reunión orgánica de elementos que, sin ella, no representarían sino un conglomerado inconsistente cruzado de tensiones destructoras. La Nación Organizada no puede ser sino una Nación en la que las diferencias de clase hayan sido eliminadas de una forma real, y no por meros deseos piadosos, ya que tales diferencias suponen automáticamente tensiones nefastas para la armonía nacional. Esas tensiones deben ser eliminadas por el Estado, que es de "todo el pueblo". ¿Cómo podemos definir el pueblo de forma coherente? El pueblo no puede sino ser el conjunto de aquellos que contribuyen al desarrollo nacional, lo que excluye a los aprovechados, los parásitos, los representantes de intereses extranjeros. ¿Cuáles son los grupos sociales que forman parte de la realidad de nuestro pueblo?

-Los obreros, en tanto productores de base;

-Los campesinos, pequeños propietarios, granjeros, aparceros u obreros agrícolas, puesto que forman un grupo directamente unido a la producción;

-La pequeña burguesía, en la medida en que participan también en la producción y en que sus actividades de servicio y distribución están directamente ligadas a las necesidades del desarrollo armonioso de los intercambios en el seno de la población.

-Los elementos nacionales de la burguesía, en tanto clase propietaria de parte de los medios de producción, es decir todos los participantes activos en la producción, al nivel de la dirección y gestión, en la medida que formen un sector realmente independiente de grupos e intereses extranjeros. Debemos insistir en el aspecto nacional exigido a este grupo, sabiendo que buena parte de sus miembros están en realidad ligados a fuerzas extranjeras a nuestro pueblo.

El nacionalismo revolucionario ve a Francia como una nación colonizada, que es urgente descolonizar. Los franceses se creen libres, pero no son sino en realidad juguetes de grupos de presión extranjeros, que los oprimen y explotan, gracias a la complicidad de una fracción de las clases dirigentes, a las que esos grupos de presión arrojan algunos pedazos de su festín. Frente a esta situación, podemos estimar las condiciones de lucha de los nacional-revolucionarios similares a las que fueron comunes a los grupos nacionalistas del Tercer Mundo (poco importa, a ese respecto, que Francia, en razón de su pasado colonial haya sido, al mismo tiempo, durante un cierto periodo, a la vez colonizadora y colonizada, en particular durante la IV República).

Es evidente que esta situación de país colonizado no es percibida por nuestros compatriotas; esto se debe sobre todo a la habilidad de nuestros explotadores, que no ha cesado de mantener el control de los Mass Media, y a partir de ahí, sin que lo advirtamos,de todo nuestra cultura nacional, cuya realidad puede ahora incluso ser deliberadamente negada. A través de ese método, se hace difícil comprender de forma incontestable a los franceses que viven en un país cuyo pueblo no es realmente dueño de su destino.

El proceso de destrucción de nuestra identidad nacional, por hipócrita y camuflado que pueda ser, no está por ello menos fuertemente implantado y el primer deber de los nacional-revolucionarios es hacerle frente.

La conciencia del Estado nación dominada, que es el de nuestra Patria, representa la primera piedra de nuestro edificio doctrinal. En efecto, debemos estimar que nuestro deber más imperativo y evidente es hacer todo lo necesario para poner fin a este estado de cosas.

Puesto que los franceses no son los verdaderos dueños de su patria, la tradicional oposición hecha por los nacionalistas entre un "buen capitalismo" y un "mal capitalismo" internacional, no es más que un simple y puro engaño. El capitalismo en Francia no puede sino ser un instrumento en manos de los verdaderos propietarios de la Nación. A partir de ahí, los nacional-revolucionarios no pueden aceptar una fórmula económica totalmente contradictoria a sus aspiraciones nacionales más evidentes.

El capitalismo es una fórmula económica que implica la esclavitud de nuestra Nación.

Debe tratarse pues para nosotros de una oposición radical y no sólo en las palabras (como es demasiado a menudo el caso). La Nación debe recuperar el control de su vida económica, y, especialmente en aquellos sectores en los que los intereses extranjeros son más poderosos. Bancos, tecnología punta, centros de investigación y distribución deben de ser recuperados por el pueblo francés. El seudo-sacrosanto principio de la propiedad privada no tiene aquí papel ninguno, puesto que los bienes adquiridos ilegalmente no demandan ni respeto, ni compensación. Los bienes recuperados por la Nación deberán ser gestionados según técnicas que aseguren a la vez la perennidad de su recuperación y una utilización nacional. La mejor fórmula sería probablemente un control flexible del Estado y la devolución al público, bajo forma de cesión o venta a bajo precio acciones que representasen el capital de los bienes devueltos a la comunidad nacional.

La recuperación del control de nuestra economía permitirá la recuperación de la independencia nacional, puesto que los elementos explotadores, privados de toda fuente de enriquecimiento no tendrán ninguna razón para permanecer en el territorio nacional. Debemos considerar que el programa de Liberación Político y Social de nuestro pueblo pasa por la adopción de una economía comunitaria en lo que respecta a los medios de producción. Los medios de producción están hoy, en buena parte, directa o indirectamente, en manos de intereses extranjeros. Ahora bien, la posesión de esos medios representa la posibilidad de explotar el trabajo de nuestro pueblo, generando nuevas riquezas, que refuerzan el control exterior.

La recuperación de las riquezas nacionales debe ir pareja con el fin de la infiltración cultural extranjera en el seno de nuestra civilización. Debemos volver a honrar nuestra tradición nacional, rechazar las aportaciones exteriores que suponen su negación o debilitamiento, mientras al mismo tiempo damos a nuestro pueblo una tarea a la medida de su destino histórico. Esta tarea no puede ser sino la edificación de un sistema político-económico susceptible de servir de modelo a las naciones enfrentadas a este mismo problema, a saber, el de la liberación interna de una influencia exterior predominante.

lunes, 3 de agosto de 2015

Futurismo y Fascismo, de Ernesto Milá.


Existe una total unanimidad en reconocer al futurismo un carácter “revolucionario” aunque no esté claro exactamente qué se quiere afirmar con ello. Para unos, el futurismo sería “revolucionario” en la medida en que rompería con los esquemas de expresión artísticas vigentes hasta ese momento y, en este sentido sería una de las vanguardias aparecidas en las primeras décadas del siglo XX. El futurismo fue, en efecto, una corriente artística pero, como posteriormente ocurrió con el surrealismo, sus miembros participaron políticamente y a diferencia de esta corriente mayoritariamente ganada por el marxismo, los futuristas –especialmente sus máximos exponentes- se identificaron con el fascismo.

El camino hacía el futurismo

Para otros, “lo revolucionario”, en el futurismo serían todas aquellas connotaciones destructivas y provocativas que se incluyeron en sus manifiestos. Así pues, el futurismo sería “revolucionario” porque exaltaría la violencia, la máquina, el desenfreno tecnológico y la guerra. Hay en el futurismo un evidente “signo de los tiempos” que remite a tres influencias perfectamente identificadas, de un lado la filosofía de Nietzsche en interpretación libre, de otro una reacción neorromántica que en lugar de tender hacia el medievalismo, como fue usual en esta corriente decimonónica se orientó hacia una especie de culto al progreso, el maquinismo y la velocidad; y, finalmente un estilo de vida exaltado libre y aventurero que conducía directamente a excesos.

El movimiento arranca oficialmente con la publicación del Manifiesto Futurista de 1909 y se transforma en partido político en las últimas semanas de la I Guerra Mundial. El propio fundador del movimiento, Filippo Tommaso Marinetti será uno de los “sansepolcristas” que participaron en la reunión de la plaza del San Sepolcro el 23 de marzo de 1919 en donde se fundaron los Fasci di Combattimento[1]. Cuando eso ocurría, el movimiento futurista hacía seis meses que había cristalizado en la formación del efímero Partido Político Futurista[2]. Sin embargo, cuando los Fasci resultan derrotados en las elecciones de 1919, Marinetti pareció desinteresarse de la vida partidaria y retornó a sus experiencias artísticas denotando cierto desencanto por la política. A pesar de la brevedad en el tiempo de la existencia del Partido Futurista, lo incuestionable es que lo esencial de sus representantes confluyó con el fascismo[3] constituyendo otro de sus componentes originarios.

El caldo de cultivo futurista

En el clima cultural italiano de principios de siglo apareció lo que se ha llamado una “reacción antipositivista” de la mano de Benedetto Croce[4] que fue asumida por los redactores del periódico de Giovanni Papini y Prezzolini, La Voce[5], de orientación nacionalista. A través de esta revista fueron conocidos en Italia algunos pensadores franceses de carácter revolucionario que lograron interesar a intelectuales italianos. Uno de ellos fue Alfredo Oriani.

Oriani, novelista de poco éxito fallecido en 1907, escribió algunos ensayos políticos en los que tocó temas propios de los nacionalistas hasta el punto de ser considerado como uno de sus precursores, Mussolini lo premió prorrogando su obra completa durante el Ventennio. Oriani considera que el Risorgimento había sido una “revolución inacabada” y lo consideraba como una excrecencia de la burguesía italiana de la que la mayoría de la población había estado completamente ausente. Apelaba a que “el pueblo” continuara la tarea iniciada por Mazzini y Garibaldi. Mussolini quien recogió el guante. Oriani concebía esta continuación del Risorgimento como una tarea heroica, violenta, liberadora y radical que prefigura algunos de los elementos que veinte años después serán habituales en la literatura futurista.

Otros poetas como Gabriele D´Annunzio y Giovanni Pascoli transitaron por la misma senda. Pascoli, aun sosteniendo un “socialismo nacional”, se adhirió al nacionalismo italiano mientras que D´Annunzio asumió pronto en su poesía las ideas de quienes añoraban una “Italia Imperial”. Fue él quien rescató el viejo lema de las ciudades hanseáticas que luego inspiraría un famoso artículo de Mussolini[6]: “Navigare necesse est, Vivere non est necesse”.

D´Annunzio se había ubicado a finales del XIX en el nacionalismo y en el imperialismo que alternaba con poesías inflamadas (especialmente durante la guerra de Libia en 1910-12), lances de amor más o menos escandalosos y gestas militares heroicas[7]. La experiencia bélica radicalizo sus convicciones nacionalistas y la cesión de Fiume a Yugoslavia pactada en la Conferencia de París de 1919, fue mucho más de lo que estaba dispuesto a soportar pasando a la acción y ocupando la ciudad. D´Annunzio no fue futurista, pero su comportamiento si influyó decididamente en el movimiento fundado por Marinetti[8] y especialmente sus “gestos” fueron recogidos por los futuristas que los revalidaron e incorporaron a su poesía y a sus manifiestos.

Algunos autores han destacado que D´Annunzio prodigaba gestos escénicos, dramáticos y espectaculares de los que luego Mussolini usó y abusó: “El culto a D´Annunzio fue el anunciador innegable del culto de que Mussolini intentaría rodearse”[9].

Sobre estas bases, a las que debe unirse por supuesto la eclosión de las vanguardias de principios del siglo XX[10] nacería el futurismo que, en honor a la verdad, sería “primeria vanguardia italiana del novecento”.

Filippo Tommaso Marinetti

La biografía litería de Marinetti no fue en absoluto brillante, sino más bien discreta hasta la aparición de los llamados manifiestos futuristas a partir de 1908. Tales documentos, siempre exaltados, paradójicos, sorprendentes y extremadamente radicales y violentes le valdrán el ser llamado “la cafeína de Europa”[11]. El primer manifiesto futurista fue publicado en el diario francés Le Figaro el 20 de febrero de 1909 firmado por Giovanni Papini, Aldo Palazzeschi, Corrado Govoni, “Luciano Folgore” (Omero Vecchi) y el propio Marinetti. El manifiesto incluía algunas intuiciones geniales:

“(…) Un inmenso orgullo henchía nuestros pechos, pues nos sentíamos los únicos, en esa hora, que estaban despiertos y erguidos como faros soberbios y como centinelas avanzados, frente al ejército de las estrellas enemigas que nos observaban desde sus celestes campamentos. Solos con los fogoneros que se agitan ante los hornos infernales de los grandes barcos, solos con los negro fantasmas que hurgan en las panzas candentes de las locomotoras lanzadas en la loca carrera, solos con los borrachos trastabilleantes con un inseguro batir de alas a lo largo de los muros.

De repente nos sobresaltamos al oír el ruido formidable de los enormes tranvías de dos pisos, que pasaban brincando, resplandecientes de luces multicolores, como los pueblos en fiesta que el Po desbordado sacude y desarraiga de repente para arrastrarlos hasta el mar sobre las cascadas y a través de los remolinos de un diluvio. (…)

¨¡Vamos!-dije yo-. ¡Vamos, amigos! Finalmente, la mitología y el ideal místico han sido superados. Estamos a punto de asistir al nacimiento del Centauro y pronto veremos volar a los primeros Ángeles!... ¡Habrá que sacudir las puertas de la vida para probar sus goznes y sus cerrojos!... ¡Partamos! ¡He aquí, sobre la tierra, la primerísima aurora! ¡No hay nada que iguale el esplendor de la roja espada del sol que brilla por primera vez en nuestras tinieblas milenarias!¨.

Nos acercamos a las tres fieras resoplantes para palpar amorosamente sus tórridos pechos. Yo me recosté en mi automóvil como un cadáver en el ataúd, pero en seguida resucité bajo el volante, hoja de guillotina que amenazaba mi estómago.

La furibunda escoba de la locura nos arrancó de nosotros mismos y nos lanzó a través de las calles, escarpadas y profundas como lechos de torrentes. Aquí y allá, una lámpara enferma tras los cristales de una ventana nos enseñaba a despreciar la falaz matemática de nuestros ojos perecederos.

(…) Y nosotros, como jóvenes leones, seguíamos a la Muerte de pelaje negro y manchado de pálidas cruces que corría por el vasto cielo violáceo, vivo y palpitante.

Y, sin embargo, no teníamos una Amante ideal que irguiera hasta las nubes su sublime figura ni una Reina cruel a la que ofrendar nuestros despojos, retorcidos a guisa de anillos bizantinos. Nada para querer morir, sino el deseo de liberarnos finalmente de nuestro valor demasiado pesado. (…)

Entonces, con el rostro cubierto del buen fango de los talleres empaste de escorias metálicas, de sudores inútiles, de bollines celestes-, nosotros, contusos y con los brazos vendados, dictamos nuestras primeras voluntades a todos los hombres hijo de la tierra:

1. Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.

2. El valor, la audacia, la rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía.

3. Hasta hoy, la literatura exaltó la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.

4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo…, un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.

5. Nosotros queremos cantar al hombre que sujeta el volante, cuya asta ideal atraviesa la Tierra, ella también lanzada a la carrera, en el circuito de su órbita.

6. Es necesario que el poeta se prodigue con ardor con lujo y con magnificencia para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.

7. Ya no hay belleza si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga carácter agresivo puede ser una obra de arte. La poesía debe concebirse como un violento asalto con las fuerzas desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.

8. Nos hallamos sobre el último promontorio de los siglos!... ¿Por qué deberíamos mirar a nuestras espaldas, si queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo Imposible? El tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros ya vivimos en lo absoluto, pues hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.

9. Nosotros queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las hermosas ideas por las que muere y el desprecio por la mujer.

10. Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o utilitaria.

11. Nosotros cantaremos a la grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el placer o la revuelta; cantaremos a –las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; las estaciones glotonas, devoradas de serpientes humeantes; las fábricas colgadas de las nueves por los retorcidos hilos de sus humos; los puentes semejantes a gimnastas gigantes que saltan los ríos relampagueantes al sol con un brillo de cuchillos; los vapores aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero embridados con tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice ondea al viento como una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre entusiasta.

Pero nosotros no queremos saber nada del pasado. ¡Nosotros, los jóvenes fuertes y futuristas! ¡Vengan, pues, los alegres incendiarios de dedos carbonizados! ¡Aquí están! ¡Aquí están! ¡Vamos! ¡Prended fuego a los estantes de las bibliotecas! ¡Desviad el curso de los canales para inundar los museos!... ¡Oh, qué alegría ver flotar a la deriva, desgarradas y desteñidas en esas aguas, las viejas telas gloriosas!... ¡Empuñad los picos, las hachas, los martillos, y destruid, destruid sin piedad las ciudades veneradas!

(…) Los más viejos de nosotros tienen treinta años; sin embargo, nosotros ya hemos despilfarrados tesoros, mil tesoros de fuerza, de amor, de audacia, de astucia y de ruda voluntad; los hemos desperdiciado con impaciencia, con furia, sin contar, sin vacilar jamás, sin jamás descansar, hasta el último aliento… ¡Miradnos! ¡Todavía no estamos exhaustos! ¡Nuestros corazones no sienten ninguna fatiga porque se alimentan de fuego, de odio y de velocidad!... ¿Os asombráis?... ¡Es lógico, porque vosotros ni siquiera os acordáis de haber vivido! ¡Erguidos en la cima del mundo, nosotros lanzamos una vez más nuestro reto a las estrellas!

(...)¡Erguidos en la cima del mundo, nosotros lanzamos, una vez más nuestro reto a las estrellas!”.[12]

Esto es el futurismo: pasión desatada, desafío, esteticismo dramático, ansia de destrucción, zambullido en la piscina de la modernidad, arrebato de furia y deseo implícito de quemarse en cualquier aventura: La “personalidad fascista” debe mucho a esas líneas exaltadas. Drieu la Rochelle y también André Malraux estuvieron cerca de este estilo de vida y ambos afirmaron que el fascismo era una forma de “pesimismo activo”[13].

Cuando en 1912 Marinetti y sus amigos ya habían lanzado el Manifiesto de la Pintura Futurista, el Manifiesto de la mujer Futurista, el Manifiesto de la Escultura Futurista y otros documentos similares, empezó a calibrar la posibilidad de dedicarse a la política. Sus primeros contactos fueron en dirección de los sindicalistas revolucionarios[14] en un momento en el que este sector y los nacionalistas de la ANI vivían en plena efervescencia. Marinetti en este período hace guiños a unos y a otros y alude frecuentemente a “nuestros enemigos comunes”[15]. En ese momento ya está convencido de que “el sindicalismo revolucionario y el nacionalismo son las dos únicas fuerzas realmente subversivas de la Europa Latina”[16].

Es poco después, cuando tiene lugar la guerra de Libia a la que es enviado como corresponsal, Marinetti vive su mejor momento: publica su novela más famosa - Mafarka[17] de “inspiración africana” – y vive de cerca por primera vez la experiencia de la guerra que en él, como en Ernst Jünger unos años después, tendrá una virtud transfiguradora. A partir de ese momento, para Marinetti, la guerra pasa a ser “la única higiene del mundo”[18].

Futurismo y política

Poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, los futuristas publicaron su primer Manifiesto Político que insistirá en los temas propios que habían dado vida al movimiento artístico: antisocial y anticlerical, imperialista, proponía una “política exterior agresiva, astuta, cínica”, exigía la “Restauración de la Roma Imperial”. Intervencionista como Mussolini, D´Annunzio o los nacionalistas, el propio Marinetti en septiembre de 1914 organizó en Milán las primeras manifestaciones contra Austria[19].

Sus dos escritos políticos más relevantes serán Democracia Futurista publicado en 1919 y Más allá del comunismo aparecido el año siguiente. Su lectura permite advertir con facilidad lo que le uniría y le separaría del fascismo: el “posibilismo”[20]. Lo que para Mussolini era “estrategia” móvil, cambiante, según soplaran los vientos y le aproximara en las más diversas circunstancias al gobierno de la nación, no dejaba de repugnar a Marinetti, poco pragmático y de escasa visión política, refugiado en el “purismo” y, por tanto, en buena medida en la esterilidad política. El Marinetti republicano y anticatólico difícilmente podría entenderse durante mucho tiempo con el Mussolini convertido en aliado, de la monarquía y firmante del Concordato con la Santa Sede. Ambos, apasionados de la italianeidad, terminaron siendo antisocialistas y anticomunistas y rechazaban cualquier forma de cosmopolitismo. Ambos soñaban con una revolución pero la de Mussolini era de “masas” y la de Marinetti de “élites intelectuales”. Esto explica que tanto antes como después de la Marcha sobre Roma, menudearan las rupturas y las reconciliaciones. Solamente cuando Mussolini rompió – forzosamente, hay que decirlo- con la monarquía en 1943 y fundó la República Social Italiana, Marinetti apreció el reverdecimiento del Mussolini revolucionario y se adhirió sin fisuras.

N.E.: Mussolini se posiciono contra el socioliberalismo y el socialismo marxista, pero no se definió como “antisocialista”. Fue el propio Mussolni quien definió al fascismo como “socialismo”. Este es un dato rigurosamente exacto reconocido por diversos autores antifascistas como, por ejemplo, Ernest Wilhelm Eschmann, en su obra “El Estado Fascista, en Italia”. Hasta qué punto era el socialismo una característica del fascismo que dicho autor manifiesta que en ese entonces “el fascismo era un socialismo más”.

Durante la Primera Guerra Mundial, los futuristas se presentaron voluntarios a las unidades de élite, los llamados “Exploradores de la Muerte” que fue la médula de los famosos Arditi[21]. Algunos mueren en combate como el arquitecto futurista Sant´Elia y el pinto Boccioni, otros muchos fueron condecorados por acciones de guerra demostrando que los principios futuristas no eran una simple pose o un mero gesto, sino que afectaba al núcleo de su personalidad. Marinetti, por supuesto, se alistó también y otro tanto hizo Mario Carli, el futuro director de L´Impero y, especialmente, de Roma Futurista.

El 20 de septiembre de 1919 aparece el primer número de Roma Futurista subtitulada Periódico del Partido Futurista que llamaba a “todos los italianos” que terminaría constituyendo el núcleo del Partido Político Futurista. En esta publicación aparecen algunos de los temas que el fascismo incorporaría (la estructura corporativa del Estado) y otros que encontraron el rechazo del “posibilista” Mussolini (el anticlericalismo, la socialización de la tierra y otros temas propios de la izquierda como el sufragio femenino).

N.E.: Mussolini fue un firme defensor del sufragio femenino. Esta reivindicación se recogió en el programa original de los Fasci Italiani Di Combattimento, y fue puesta en práctica por el régimen fascista italiano, contando con el apoyo, durante todo el proceso, de diversos grupos femeninos prosufragio. Asimismo, la socialización fue una de las reivindicaciones originales, incluida en el programa inicial de los Fasci Italiani Di combattimento, del fascismo, y que culminaría con la aprobación del “Manifiesto de Verona” durante la República Social Italiana.

En la postguerra, los Arditi, una vez desmovilizado se reagruparon en la Associazione Nazionale d´Arditi d´Italia fundada por Mario Carli. Este había sido inicialmente relegado a trabajos administrativos a causa de su miopía, pero insistiendo logro enrolarse en la 18ª Compañía de Asalto de los Arditi alcanzado pronto el grado de capitán por méritos de guerra y varias condecoraciones al valor. Próximo a la paz, junto con Marinetti fundó la revista Roma Futurista, que sería la tribuna de los Arditi futuristas. Su símbolo era la llama negra propia de estas tropas de asalto. Carli había escrito: “El Ardito y el futurista de guerra, la vanguardia despeinado y dispuesta a todo, la fuerza y la agilidad de los años veinte, el joven que lanza bombas silbando recuerdo de la veriedad[22]. El 10 de diciembre de 1918 se constituyó la ANAI cuando en varias ciudades italianas se constituían “fasci futuristi”. Muchos Arditi seguían en activo en el ejército que veía con cierta hostilidad su creciente compromiso político y en especial la difusión en los cuarteles de la revista L´Ardito. A la prohibición y a las sanciones que se lanzaron para que los futuristas cesaran de hacer política en los cuarteles, Carli contestó con un famoso artículo titulado: “Arditis, no gendarmes”, indicando que no serían ellos quienes salvaran al régimen. Luego siguió la aventura de DÁnnunzio en Fiume protagonizada mayoritariamente por Arditi. 

Futurismo y Fascismo

Ya, por entonces, los futuristas se habían aproximado al proyecto mussoliniano de convocar una Constituyente del intervencionismo que aproximó a Marinetti y a Mussolini y los unió en un acto convocado en la Scala de Milán donde boicotearon a los intervencionistas de izquierda.

Un año después, Marinetti participó en la reunión de los “sansepolcristas” reunidos en la plaza del mismo nombre. El primer programa de los Fasci di Combatimento incluye algunas de las propuestas futuristas en lo relativo al Estado ( “El Estado es soberano, y esta soberanía no puede ni debe ser limitada o disminuida por la Iglesia”), a las Corporaciones (“ Las corporaciones deben ser promovidas según dos direcciones fundamentales: como expresión de la solidaridad nacional y como medio de desarrollo de la producción”), a los Principios de política exterior (“Italia debe reafirmar su derecho a realizar su plena unidad histórica y geográfica, incluso allí donde aún no la ha realizado”), etc. Esto ocurría el 23 de marzo de 1919. Pocos días después, Mussolini y Marinetti lanzan a los Arditi contra el diario socialista Avante! Cuya redacción resulta completamente saqueada. A pesar de que Mussolini asumiera la responsabilidad del asalto, la mayoría de los participantes eran Arditi y buena parte de estos eran futuristas[23].

A partir de ese momento, las relaciones entre el fascismo y los futuristas se van estrechando especialmente en Milán en donde Marinetti era miembro del Fasci de esa ciudad. Sin embargo, cuando tuvo lugar el segundo congreso de los Fasci se produce la primera tensión notable: Marinetti percibe una atenuación de la tensión ideal del fascismo y una aproximación al Vaticano cuya “soberanía espiritual” se reconoce. A pesar de que Marinetti dimitiera del movimiento, en ese momento, el futurismo ya estaba roto como unidad política: Carli había pasado a publicar un semanario Ultramonárquico (Il Principe) que no dudaba en proponer para horror de Marinetti que la “monarquía absoluta es el régimen más perfecto”. Después de sucesivas transformaciones, la revista pasó a llamarse primero L´Impero y luego L´Impero Fascista.

En cuanto a la ANAI fue disuelta por Mussolini al considerarla “poco fiable para el fascismo”. La mayoría de Arditi se adhirió al fascismo y solamente un grupo de Arditi romanos –los llamados Arditi del Popolo, esencialmente romanos- rechazaron esa aproximación. Para sustituir a la ANAI se fundó la Federazione Nazionale Arditi D´Italia el 22 de octubre de 1922. Los Arditi del Popolo desde el principio se configuraron como una fuerza activista antifascista que contó entre sus militantes con anarquistas, socialistas y comunistas (que pronto fueron mayoritarios).

Las esperanzas de Marinetti de que después de la Primera Guerra Mundial estallara una “revolución” se vieron pronto decepcionadas y él mismo fue el primero en hablar de la “victoria mutilada”. La aventura de Fiume le dio solamente una breve esperanza. Pronto rompió con D´Annunzio y fue de los primeros en invitarle a abandonar la ciudad. La existencia del Partido Político Futurista fue breve (apenas dos años, desde la creación de los primeros Fasci Futuristi en 1917 hasta la reunión de la plaza del San Sepolcro en 1919) y tenue. Con la fusión entre fascistas y futuristas los Arditi se convierten en un sector de los camisas negras mussolinianos de los que constituyen su tropa de asalto tal como demuestra el saqueo de la redacción del Avanti.! Con la publicación Al di là del Comunismo (1920), Marinetti da por concluida su aventura política y retorna a la literatura. Pero su hora ha pasado: ya no es considerado ni en Roma ni en París, “la cafeína de Europa”. Han surgido otras vanguardias, el dadaísmo durante la guerra y el surrealismo cuando esta última periclitó.

Su decadencia artística le vuelve a aproximar al fascismo. Es entonces cuando recibe honores del régimen y cuando corresponde sumando su nombre al Manifiesto de los Intelectuales Fascistas publicado en 1925. Luego viajó como representante del régimen fascista a varios países, entre ellos España[24]. En 1929, Marinetti entrará, por deseo expreso de Mussolini en la Academia de Italia recién fundada. En esos años vuelve a reverdecer en su espíritu la fascinación por la guerra: cantará la guerra de Etiopía y a los 66 años se enrolará en la Armata Italiana in Russia, el cuerpo expedicionario italiano que apoyó a la Werthmach en la Operación Barbarroja. Volvió con la salud quebrantada y murió el 2 de diciembre de 1944, después de adherirse incondicionalmente a la República Social Italiana en la que identificó la pureza del fascismo de los orígenes.

Conclusión

El futurismo fue, inequívocamente, otra de las tendencias que dieron vida al fascismo, pero a su vez, era un conjunto de tendencias cuyo comportamiento político no era siempre homogéneo. Las relaciones entre futurismo y fascismo fueron oscilantes, pero lo esencial es reconocer que el proyecto político de Marinetti terminó convergiendo mayoritariamente con el de Mussolini, tal como demuestra inequívocamente su presencia entre los “sansepolcristas”. No todo el futurismo fue fascista, pero sí que lo esencial del futurismo y de los Arditis, se decanto hacia el fascismo. 

Desde el punto de vista doctrinal la personalidad fascista, tanto en Italia como en otros países en los que se manifestó, debe mucho al futurismo y, en lo esencial, supone una modulación de las posiciones radicales de Marinetti en la década de 1909-1919. De ahí surge la transformación del pesimismo en acción, de ahí también surge la consideración de la guerra como “única higiene”, el canto a la juventud (los futuristas sostenían que todo lo que no se hiciera antes de la edad de los 40 años ya no tenía importancia), la vida aventurera casi de lansquenete, los golpes de audacia, la violencia como arma política, el gusto por el enfrentamiento directo, que estuvieron presentes en el futurismo, reaparecieron incluso en modelos de fascismo en otros países que ni siquiera habían oído hablar del futurismo.

¿Dónde situar geométricamente a la componente futurista dentro del fascismo? ¿A la derecha, en el centro, a la izquierda? No era desde luego, un movimiento conservador… si bien Carli y muchos más entre los Arditi futuristas se orientaron a la derecha, incluso más a la derecha que Mussolini y asumieron la defensa de la monarquía. Su polémica anticlerical y sus contactos iniciales con los sindicalistas revolucionarios podían asimilarlos a la izquierda, sin olvidar que llamaron al enfrentamiento con anarquistas, socialistas y comunistas. Y si bien es cierto que compartieron algunos de los puntos de vista de Mussolini (intervencionismo, necesidad del imperio, corporativismo) también es cierto que Marinetti denostó algunas de las orientaciones del futuro Duce (especialmente el “posibilismo” y su aproximación posterior al Vaticano).

De hecho, el futurismo tuvo también tres componentes, a modo de fotocopia reducida de lo que luego sería el fascismo y estas tres componentes luego se superpusieron a las que aparecieron en el Partido Nacional Fascista.

[1] R. Paris, explica que Marinetti “fue la única personalidad de cierta importancia que participó en la reunión de la plaza San Sepolcro del 23 de marzo de 1919. La elaboración del programa de los Fasci debía mucho, entre otros, a los futuristas. Marinetti fue elegido, pues, miembro del Comité Central y, a continuación, de la comisión de propaganda y prensa” (op. cit., pág. 57).
[2] El partido también fue ocasionalmente conocido como “Partido Futurista Italiano”, así se le cita, por ejemplo, en Marinetti Futurista (obra colectiva, Guida Editori, Nápoles 1977, pág. 98) probablemente la exposición más completa del pensamiento estético-político de Marinetti. En cuanto a la intervención política de los futuristas es tratada de manera exhaustiva en La nostra sfida alle stelle: futuristi in política, Emilio Gentile, Laterza 2009. En esta obra también se alude al “Partido Futurista Italiano” (pág. 53).
[3] “Cuando el Estado fascista de Mussolini se alzó con el poder tras la “Marcha sobre Roma” de 1922, aunque pareció encarnar todas estas expresiones anteriores de renovación cultural y política, también heredó todas las incertidumbres y contradicciones propias de la esfera artística y cultural que, como siempre, quedaron sin resorber. El futurismo y el fascismo estuvieron indisolublemente unidos pero mantuvieron una relación sutilmente tensa, confusa e incluso cómica. Mussolini promovió ciertos aspectos del futurismo, mientras que actuó con extrema precaución e incluso hostilidad, frente a otros”,Richard Humpheys, Futurismo, Movimientos en el Arte Moderno, Serie Tate Gallery, Encuentro Ediciones, 2000, pág. 15.
[4] El positivismo afirma que el único conocimiento auténtico es el científico y solamente puede afirmarse a través del método científico. En sus interpretaciones más extremistas terminó desembocando en una especie de religiosidad laica. En cuanto a Benedetto Croce, reprochaba a Compté, máximo representante francés de esta corriente, el que “dejaba insatisfecha la necesidad religiosa del hombre” que era justamente lo mismo que le reprochaba Bergson.
[5] R. Paris, op. cit., pág. 48.
[6] El artículo en cuestión llevaba este mismo título y fue publicado en Il Popolo d’Italiaen 1º de enero de 1920: “… contra los demás, contra nosotros mismos… Nosotros hemos destrozado todas las verdades reveladas, hemos escupido sobre todos los dogmas, hemos rechazado todos los paraísos, hemos ridiculizado a todos los charlatanes –blancos, negros y rojos- que ponen en venta las drogas milagrosas para proporcionar la “felicidad” al género humano. No creemos en los programas, en los esquemas, en los santos, en los apóstoles; sobre todo, no creemos en la felicidad, en la salvación, en la tierra prometida… Volvamos al individuo. Nosotros apoyamos todo lo que exalta y engrandece al individuo, todo lo que le da mayor bienestar, libertad y una mayor independencia; combatimos todo lo que deprime y mortifica al individuo. En las actualidad hay dos religiones que se disputan el dominio sobre el individuo y sobre el mundo: la negra y la roja; las encíclicas provienen, hoy, de dos Vaticanos, el de Roma y el de Moscú. Nosotros somos los herejes de estas dos religiones” (Citado por A. Tasca, op. cit., págs. 48-49), puede observarse la retórica danunziana que destila el artículo –se diría que es el propio poeta el que habla en algunas frases– y que define perfectamente la personalidad apasionada, vitalista y rebelde del Mussolini de 1920.
[7] Al estallar la Primera guerra Mundial, D’Annunzio, que se encontraba en esos momentos en Francia, regresó a Italia, realiza una campaña a favor del intervencionismo italiano a favor de Francia e Inglaterra y fue piloto de guerra voluntario. El 9 de agosto de 1918 protagonizó una de sus habituales “acciones heroicas” sobrevolando Viena con el Escuadrón 87 “La Serenísima” del que era comandante, lanzando panfletos, un trayecto extremadamente difícil para la aviación de la época. Esta acción y la ocupación de Fiume le valieron el ser considerado como el mayor héroe italiano de la época.
[8] El entones secretario general del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci escribió el 8 de septiembre de 1922 una Carta sobre el futurismo fechada en Moscú, en donde dice:“D'Annunzio nunca ha tomado posición pública respecto al futurismo. Hay que señalar que el futurismo, en su nacimiento, surgió expresamente contra D'Annunzio. Uno de los primeros libros de Marinetti tenía por título Les Dieux s'en vont, d'Annunzio reste. Aunque durante la guerra los programas políticos de Marinetti y de D'Annunzio hayan coincidido en todos los puntos, los futuristas han permanecido antid'annunzianos. Prácticamente no han demostrado interés alguno por el movimiento de Fiume, aunque luego hayan participado en las manifestaciones.” (el texto completo puede leerse enhttp://www.ddooss.org/articulos/textos/Gramsci.htm). A pesar de que Gramsci exagera algo, lo cierto es que D’Annunzio y Marinetti nunca se llevaron bien: “D’Annunzio dirá a sus amigos que Marinetti es "una nulidad atronadora" o "un necio fosforescente" o también–parece– "un necio con algunos rayos de imbecilidad"; y Marinetti le contestará definiéndolo confidencialmente como un tradicionalista, un "Montecarlo de todas las literaturas", "aburrido y anacrónico". Pero en público, a regañadientes, se alabarán recíprocamente y en sus pocos encuentros se intercambiarán hasta flores, regalos y abrazos; sin menoscabo de la admiración que siente Marinetti por la "vida futurista" de d’Annunzio; o, durante los años siguientes, la aprobación sufrida y limitada de d’Annunzio por las novedades introducidas por el Futurismo en las letras, las artes figurativas, la música e incluso en las expresiones más corrientes del gusto, como el periodismo, la publicidad y la moda.”(http://www.internetculturale.it/genera.jsp?id=893&l=es).
[9] R. Paris, op.cit., pág. 52.
[10] Sobre las relaciones entre futurismo y fascismo y sobre otros movimientos artísticos de vanguardia del novecento puede leerse la Historia de las literaturas de vanguardia, Guillermo de Torre, Ediciones Guadarrama, Madrid, especialmente el capítulo La esquina peligrosa: futurismo y fascismo, págs. 149-152.
[11] Nos ha sido imposible establecer el origen de este apelativo que suele acompañar a nombre de Marinetti. Mientras que para unos se trata de un mote puesto por algún crítico avisado, para otros el propio Marinetti se lo dio a sí mismo y se autoproclamó como tal (Cfr. http://desdemendoza.com.ar/index.php/revistasdmza/revista-artedmza/957-a-100-anos-de-qla-cafeina-del-mundoq.html).
[12] Para el texto completo del manifiesto cfr.: http://elcraneo.8m.com/manifiestosfuturistas.htm
[13] La frase se ha atribuido habitualmente a Drieu la Rochelle, el cual, a su vez se consideraba como tal y decía que un “pesimista activo” será siempre un fascista. Sea esta atribución cierta o no, André Malraux pudo decir, a su vez, que “el pesimismo activo era la antesala fatal del fascismo” (Citado en La diversidad asediada, Escritos sobre culturas y mundialización, Pedro Susz K., Plural Editores, La Paz 2005, pág. 385).
[14] “En ese momento en el que empieza a esbozarse en el seno del sindicalismo revolucionario la tendencia “nacionalista revolucionaria” [1910], Marinetti decide dar una conferencia sobre “la belleza y la necesidad de la violencia”, además de mover todos los hilos a su alcance para obtener un mandato parlamentario en la circunscripción del Piamonte. Ahora bien, en esta circunscripción ha surgido una corriente política en torno del periódico Il Tricolore, que preconiza una alianza del nacionalismo y del sindicalismo revolucionario. Marinetti pronuncia su conferencia en Nápoles, en Milán y en Parma, donde Alceste de Ambris publica la revista L’Internazionale, órgano del sindicalismo revolucionario. Al imprimir el texto casi íntegro de la conferencia de Marinetti, De Ambris rinde homenaje a este “magnífico y soberbio himno a la violencia”, a esta hermosa incitación a la vida “en pleno cementerio de la vida italiana”. En esencia esta conferencia hace apología de la guerra, entona un himno a la Patria, estigmatiza el utilitarismo estrecho y mezquino de la democracia reformista y magnifica, en suma, el “gesto destructor de los anarquistas”, la huelga general y la revolución”, Z. Sternhell, El nacimiento… op. cit., pág. 361. Tal es el origen del período en el que Marinetti estuvo próximo al sindicalismo revolucionario.
[15] Z. Sternhell, op. cit., pág 360. Marinetti dedicó uno de sus famosos manifiestos a este tema y unas semanas después en mayo de 1910, junto con la revista La demolizione(revista anarquista de matriz sindicalista-revolucionaria dirigida por Ottavio Dinale) realiza una encuesta sobre “la fundación de un partido revolucionario”.
[16] Z. Sternhell, op. cit., pág. 361.
[17] Existe una reciente edición española de esta obra: Mafarka, F. T. Marinetti, Editorial Renacimiento, Colección Pompadour, Madrid 2007.
[18] Tal es el título de una obra publicada por Marinetti en 1915 y editada por las Edizioni Futuriste de Poesia en Milán: Guerra sola igiene del mondo.
[19] R. Paris, op. cit., pág. 55.
[20] Cfr. Vintila Horia, Introducción a la Literatura del Siglo XX, Universidad Gabriela Mistral, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1989, págs. 27 y sigs, dedicadas a Marinetti.
[21] Cfr. Z. Sternhell, op. cit., pág. 362. La historia más accesible actualmente sobre este cuerpo de élite es Italian Arditi, Elite Assault Troops 1917-20 de Angelo L. Pirocchi, Osprey Publishing, Oxford 2004. Un resumen puede encontrarse en Wikipedia edición inglesahttp://en.wikipedia.org/wiki/Arditi o bien en la edición italianahttp://it.wikipedia.org/wiki/Arditi
[22] Escrito en Roma Futurista, año 1, nº 1, 20 de septiembre de 1918. Reproducido en Wikipedia edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Mario_Carli
[23] R. Paris, op. cit., pág. 57.
[24] Cfr. Vanguardias Artísticas en España, Jaime Brihuega, Ediciones Itsmo, Madrid 1981, pág. 296-8 y en Italia-España en la época contemporánea, Assumpta Camps, Peeter Lang AG, Berna 2009, págs. 89-92, se mencionan ampliamente los desplazamientos de Marinetti por España.

miércoles, 13 de mayo de 2015

El socialismo

"Voy a hablar de lo que tengo sobre el corazón, salga como saliere. Advierto que no soy orador: pero a nadie mejor que a jóvenes socialistas me parece grato ofrecer esta doncellez de mi palabra. Se me ha invitado a dar una conferencia anticlerical y sobre esto tengo que hacer alguna leve observación. Vivimos en una época negativa española. Todos somos anti-algo. Cada cual parece esforzarse en delinear su fisionomía intelectual, su postura política por medio de la negación del vecino: yo soy lo contrario que mi vecino. Bien, pero esto es una pura negación: y una negación no es nada. Con decir que una cosa no es blanca nos quedamos sin saber que es la cosa. Yo soy lo contrario de mi vecino: pero mi vecino, ¿qué es? Es lo contrario que yo. Como veis, siendo anti-algo no se llega nunca a ser algo. Con marcar nuestras diferencias no logramos nada: un famoso filósofo observaba que las diferencias son sólo los límites de las cosas, no las cosas mismas. Yo creo que un hombre que fuera propietario de todas las lindes que separan unas de otras las haciendas rurales de España, no sacaría de su posesión rentas suficientes para pagarse siquiera el tabaco.

El hecho de haber aceptado tomar parte en estas conferencias es la más plena aprobación que puedo dar de su sentido. Está bien, pues, que seamos anti-clericales pero yo os hago notar que a su vez los clericales carecen de contenido positivo: los clericales son los anti-masones, los anti-socialistas, los anti-científicos, los anti-morales, los anti-demócratas, los anti-nosotros. El clericalismo, señalándonos, dice: Voilà l´ennemi. Con decir anti-clericales decimos, pues, solamente que somos enemigos de nuestros enemigos. Y esto es demasiado evidente para que con ello adelantemos mucho.

Quisiera acentuar, aun aprobando completamente, repito, el sentido de estas conferencias, que de lo que menos debemos preocuparnos es de ser anticlericales o antimonárquicos o antiburgueses: es preciso que antes trabajemos por hacernos nosotros, por enriquecer nuestro espíritu, por hacer poderosa y enérgica nuestra fisionomía. No somos sólo enemigos de nuestros enemigos: sería convertir al mundo en una negación. De esto es de lo que protesto: socialismo, la palabra más grave y noble, la palabra divina del vocabulario moral moderno, no puede significar solo una negación. Perdonad si entro en fervor excesivo, pero es que el socialismo no es para mi un vocablo aprendido, como suelen serlo los términos científicos, no es algo externo a mí y que pueda yo poner o quitar de mi espíritu. Para mí, socialismo es la palabra nueva, la palabra de comunión y de comunidad, la palabra eucarística que simboliza todas las virtudes novísimas y fecundas, todas las afirmaciones y todas las construcciones. Para mí, socialismo y humanidad son dos voces sinónimas, son dos gritos varios para una misma y suprema idea , y cuando se pronuncian con vigor y convicción, el Dios se hace carne y habita entre los hombres.

Para mí, socialismo es cultura. Y cultura es cultivo, construcción. Y cultivo, construcción, son paz. El socialismo es el constructor de la gran paz sobre la tierra. ¿Cómo no he de trabajar para que el socialismo deje de significar principalmente enemistad, negación, lucha? No, no; los socialistas no somos sólo enemigos de nuestros enemigos, no somos un principio de enemistad. Somos, antes que esto y más que esto, amigos de nuestros amigos; tenemos un ideal de ubres inagotables en torno al cual se agrupan, se aúnan comulgan, comunican y se socializan los hombres; antes que nada y más que nada , somos un principio de amistad.

Yo no sé si esto os extraña: a vosotros se os ha enseñado que la fórmula central del socialismo es la lucha de clases. Por ello yo no estoy afiliado a vuestro partido, aún siendo mi corazón hermano del vuestro. Sólo un adjetivo nos separa: vosotros, sois socialistas marxistas; yo, no soy marxista".

Con estas palabras se dirigía José Ortega y Gasset a las juventudes en una conferencia en la Casa del Partido Socialista madrileño, el 2 de Diciembre de 1909. De ellas pueden extraerse dos conclusiones importantes: la primera, que ninguna corriente de pensamiento político será fecunda si basa su ideario en la enemistad, aunque entre los objetivos de dicha corriente se incluyan cambios que se oponen totalmente al sistema que se desea cambiar. La segunda, que el socialismo es la única doctrina con el suficiente ímpetu sanador para lograr construir una sociedad más justa, que es sin duda el objetivo más noble al que se puede aspirar. La justicia ha de servir como elemento de comunión entre los hombres, y comunión significa paz; ahora bien, bajo ciertas circunstancias la única manera de encontrar la anhelada justicia exige de ciertos sacrificios. Ningún sistema se ha implantado a lo largo de los siglos sin la intervención de las armas.

Las acciones de cualquier índole, sin embargo, requieren de un principio que las mueva, la cuestión fundamental reside en saber si dicho principio justificará los medios que se utilicen para alcanzarlo.

Cada individuo se ve necesariamente afectado por las circunstancias de la nación a la que pertenece, por ello su involucración en las cuestiones de Estado mediante la política es una consecuencia lógica. Este proceso desemboca inequívocamente en el patriotismo, no en aquél del que alardean tendencias derechistas para ahondar las diferencias entre clases, sino ese al que el mismo filósofo se refería al afirmar: "el patriotismo verdadero es la crítica de la tierra de los padres y construcción de la tierra de los hijos".

domingo, 10 de mayo de 2015

La empresa para quien la trabaja, de Javier Iglesias.

Introducción

Las realizaciones y conquistas sociales del Peronismo en su primera etapa de gobierno (1946-1955), son tantas y tan importantes que, entre los propios seguidores de dicho Movimiento, es común interpretarlas como el fruto de una Revolución totalmente realizada; una especie de "Edad de Oro" de los trabajadores y del Pueblo argentino que, con algunas variaciones de detalle, puede y debe recuperarse mediante la organización y la lucha.

Paradójicamente esa versión del Peronismo como una Revolución"concluida" que hay que repetir y recuperar, no coincide en lo más mínimo con lo que pensaban aquellos que la llevaron a cabo en el pasado, ni mucho menos y en especial, con los planteamientos del mismo General Juan Domingo Perón.

Para todos ellos, la riquísima experiencia política, económica y social del periodo 1943-1955 es apenas el inicio de una transformación revolucionaria mucho más profunda y, por lo que se refiere a lo económico, el verdadero comienzo de un proceso de gradual socialización de los medios de producción.

Que ese objetivo socializante es afirmado explícitamente y desde un principio por importantes sectores del Movimiento Peronista, puede probarse con la simple lectura de los estatutos de la CGT aprobados en su Congreso Extraordinario de abril de 1950.

En su Preámbulo, después de afirmar que "la Doctrina Peronista, magistralmente expuesta por su creador, el General Juan Perón, define y sintetiza las aspiraciones fundamentales de los trabajadores argentinos y les señala la verdadera doctrina, con raíz y sentido nacional, cuya amplia y leal aplicación ha de forjar una Patria Justa, Libre y Soberana", fundamentan esa definición ideológica en el hecho de que:

"El proceso de realización tiende hacia la gradual socialización de los medios de producción y en cambio impone al proletariado el deber de participar y gravitar desde el terreno sindical para afianzar las conquistas de la Revolución Peronista, para consolidarlas en el presente y ensancharlas en el futuro". [1]

La inequívoca definición del Movimiento Obrero Argentino -calificado habitualmente por el General Perón como la "columna vertebral" del Peronismo- no es, por otra parte, una simple declaración sectorial. En ocasión tan importante como el 1º de mayo de 1952, en su alocución a los legisladores argentinos con motivo de la inauguración del 86º periodo ordinario de sesiones del Congreso Nacional, el propio Líder justicialista también afirma tajantemente:

"Así como la clase de los hombres que trabajan va substituyendo a los representantes del individualismo capitalista en el panorama político, también la clase de los hombres que trabajan va substituyendo progresivamente a las empresas individualistas, con las nuevas organizaciones de tipo cooperativo. Ello significa que los trabajadores, por la natural evolución económica de nuestro sistema, van adquiriendo progresivamente la propiedad directa de los bienes capitales de la producción, del comercio y de la industria. Este camino, por el que avanzan ya los trabajadores argentinos, tiene un largo pero fecundo recorrido y posibilitará el acceso del pueblo a la conducción de su propia economía. El viejo ideal del pueblo, en la plena posesión de sus derechos políticos, sociales y económicos, se realizará entonces, y en aquel momento la justicia social alcanzará la cumbre de sus objetivos totales y la doctrina peronista será la más bella y absoluta de las realidades". [2]

Que el Peronismo fundacional aspiraba a la total socialización de "los bienes capitales de la producción, del comercio y de la industria" resulta, pues, irrefutable, más allá del ritmo de esa socialización; ritmo que, como es natural, depende más de la cambiante relación de fuerzas nacional e internacional que de cuestiones ideológicas o esquemas teoricistas de salón.

Cuando, a partir de los propios textos peronistas, afirmamos que el Peronismo apunta hacia la socialización de los medios de producción, ¿estamos coincidiendo con la acusación del "nacionalismo" fascistizante y antiperonista según la cual el Justicialismo sería "un movimiento que sale del capitalismo y camina hacia el comunismo"? [3]

Obviamente no.

Los creadores de la Doctrina Peronista siempre recalcaron su carácter de"Tercera Posición"; sus postulados anticapitalistas pero, a la vez, diferentes de los del colectivismo totalitario y burocrático marxista.

En el discurso del 2 de mayo de 1950 es también Perón el que recalca magistralmente ese "tercerismo" económico peronista:

"Para el capitalismo la renta nacional es producto del capital y pertenece ineludiblemente a los capitalistas. El colectivismo cree que la renta nacional es producto del trabajo común y pertenece al Estado, porque el Estado es propietario total y absoluto del capital y del trabajo. La doctrina peronista sostiene que la renta del país es producto del trabajo y pertenece por lo tanto a los trabajadores que la producen." [4]

El Peronismo no confunde, por lo tanto, socialización con estatización.

Es anticapitalista pero pretende, a diferencia del marxismo, no la entrega de los medios de producción a un gigantesco Estado-Patrón dictatorial sino directamente a los propios trabajadores.

Se trata de una concepción con mucha semejanza con lo que posteriormente será conocido como "socialismo autogestionario" [5] aunque también puede considerarse emparentada a las posiciones del anarcosindicalismo y del"sindicalismo revolucionario" europeo anterior a la Segunda Guerra Mundial; algo que han destacado recientes estudios ideológicos imparciales como los de Cristián Buchruker:

"Más que del socialismo clásico, el peronismo en gestación adoptó ideas fundamentales del anarcosindicalismo hispano-francés, el cual ya tenía una tradición no despreciable en el gremialismo argentino. Se trata aquí de dos exigencias: a) el directo protagonismo político del sindicato (no por mediación del partido) sobre todo a través de la huelga general como instrumento de acción; y b) el objetivo lejano de una administración de los medios de producción por los sindicatos mismos." [6].

jueves, 26 de marzo de 2015

Nicola Bombacci: De Lenin a Mussolini, de Erik Norling

         
El 29 de abril de 1945 eran pasados por las armas los principales jerarcas fascistas a manos de los partisanos comunistas. Curiosamente entre éstos fascistas encontramos a Nicola Bombacci, el que fuera una de las máximas figuras del comunismo italiano, ni más ni menos que el fundador del Partido Comunista italiano (PCI), amigo personal de Lenin con el que estuvo en la URSS durante los años de la Revolución (en mayúscula). Apodado el “Papa Rojo” y finalmente incondicional seguidor de Mussolini, al que se unió en los últimos meses de su régimen. Su vida, ¿es la historia de una conversión o de una traición? O fue, acaso, ¿una evolución natural de un nacional bolchevique?

Un joven revolucionario

Nicola Bombacci nace en el seno de una familia católica (su padre era agricultor, antaño soldado del Estado Pontificio) de la Romagna, en la provincia de Forli, un 24 de octubre de 1879, a escasos kilómetros de Predappio, donde también nacerá cuatro años después el que sería fundador del fascismo. Es una región donde la lucha obrera se había distinguido por su dureza y un campesinado habituado a la rebelión, tierra de pasiones extremas. Por imposición paterna ingresa en el seminario pero lo abandonará al morir su progenitor. En 1903 ingresa en el anticlerical Partido Socialista (PSI) y decide estudiar para maestro para poder servir a las clases menos favorecidas en su lucha (nuevamente las similitudes con el Duce son evidentes, llegando a estudiar en la misma Escuela superior) para pronto dedicarse en cuerpo y alma a la revolución socialista. Su capacidad de trabajo y dotes de organizador le valen serle encomendada la dirección de órganos de prensa socialista, donde irá aumentando su poder en el seno del movimiento obrero, llegará a ser Secretario del Comité Central del partido y diputado, y donde conocerá a un muchacho unos años más joven: Benito Mussolini, que no olvidemos fue la promesa del socialismo italiano antes de tornarse nacional-revolucionario.

Opuesto a la línea blanda de la socialdemocracia, Bombacci fundará junto a Gramsci el Partido Comunista de Italia tras la fractura interna del PSI y viajará a principios de los años 20 a la URSS para participar en la revolución bolchevique a donde había ido ya antes como representante del partido socialista siendo captado para la causa de los soviets. Allí traba amistad con el propio Lenin que le diría en una recepción en el Kremlin aquellas famosas palabras acerca de Mussolini: “En Italia,compañeros, en Italia sólo había un socialista capaz de guiar al pueblo hacia larevolución Benito Mussolini”, y poco después el Duce encabezaría una revolución, pero la fascista.

Como líder (Antonio Gramsci era el teórico, Bombacci el organizador) del recién creado PCI, se convertirá en el auténtico “enemigo público nº 1 de la burguesía italiana que le apoda “El Papa Rojo”. Revalidará brillantemente su acta de diputado, esta vez en las listas de la nueva formación, mientras que las escuadras fascistas comenzaban a tomar las calles enfrentándose a las milicias comunistas en sangrientos combates. Bombacci se empeñará en detener la marcha hacia el poder del fascismo pero fracasará, desde las páginas de sus periódicos lanza invectivas contra el fascismo arengando a la defensa de la revolución comunista. Es una época en que los escuadristas con camisa negra cantan canciones irreverentes como “No tengo miedo de Bombacci/ ...con la barba de Bombacci haremos spazzolini (cepillos)/ para abrillantar la calva de Benito Mussolini”. Etapa en la que el comunismo se ve inmerso en numerosas tensiones internas y el propio Bombacci entra en polémica con sus compañeros de partido; uno de los puntos de fricción es precisamente la decisión entre nacionalismo e internacionalismo. Ya había mostrado antes tendencias nacionalistas, que hacían presagiar su futura línea, cuando aún estaba en el partido socialista y como consecuencia de un documento protestando contra la acción de Fiume de D’Annunzio que quería presentar el partido, Bombacci se rebeló y escribió sobre éste que era “Perfecta y profundamente revolucionario; porque D’Annunzio es revolucionario. Lo ha dicho Lenin en el Congreso de Moscú”.

El primer fascismo

En 1922 los fascistas marchan sobre la capital del Tíber; nadie puede impedir que Mussolini asuma el poder, aunque éste no será absoluto durante los primeros años del régimen. Como diputado y miembro del Comité Central del partido así como encargado de las relaciones exteriores del mismo, Bombacci viaja al extranjero con frecuencia. Está en el IV Congreso de la Internacional Comunista representando a Italia, en el Comité de acción antifascista, se entrevista con dirigentes bolcheviques rusos. Lleva ya media vida dedicada a la causa del proletariado y no está dispuesto a cejar en su empeño de llevar a la práctica su sueño socialista. Se convierte en un ferviente defensor del acercamiento de Italia a la URSS en la cámara y en la prensa comunista, seguramente hablando en nombre y por instigación de los dirigentes moscovitas, pero utilizando un discurso nacional-revolucionario que molesta en el seno del partido, que por otro lado está en plena desbandada tras la victoria fascista. Las relaciones con el revolucionario estado soviético sería una ventaja para Italia como nación, que también ve un proceso revolucionario aunque sea fascista. Inmediatamente le acusan de herético y piden que rectifique. No pueden admitir que un comunista exija, como hace Bombacci, “superar la Nación (sin) destruirla, la queremos más grande, porque queremos un gobierno de trabajadores y agricultores”, socialista y sin negar la Patria “derecho incontestable y sacro de todo hombre y de todo grupo de hombres”. Es la llamada “Tercera Vía” donde el nacionalismo revolucionario del fascismo pudiera encontrarse con el socialismo revolucionario comunista.

Bombacci es progresivamente marginado en el seno del PCI y condenado al ostracismo político, aunque no dejaría de tener contactos con algunos dirigentes rusos y la embajada rusa para la que trabajaba, además un hijo vivía en la URSS. Creía sinceramente en la revolución bolchevique y que, a diferencia de los camaradas italianos, los rusos tenían un sentido nacional de la revolución por lo que jamás renegará de su amistad hacia la URSS ni siquiera cuando se adhiera definitivamente al fascismo.

Con la expulsión definitiva del partido en 1927 Bombacci entra en una etapa que podemos calificar como los años del silencio que llegan hasta 1936 cuando lanzará su editorial y revista homónima bautizada La Verità (La Verdad) y que culminará en 1943 en una progresiva conversión hacia el fascismo. Sin embargo es demasiado fácil considerar que Bombacci simplemente se pasó con armas y bagajes al fascismo como pretenden los que le acusan de ser un “traidor”. Asistiremos a un proceso lento de acercamiento, no al fascismo sino a Mussolini y a la ala izquierdista del movimiento fascista, donde Bombacci se siente arropado y en familia, cercano a sus planteamientos revolucionarios, su corporativismo y sus leyes sociales de este fascismo del que “todo postulado es un programa del socialismo” dirá en 1928 reconociendo su identificación.

Comprobamos así como Bombacci, no es un fascista pero defiende los logros del régimen y la figura de Mussolini. No se acercó al partido fascista –jamás se adhirió al Partido Nacional Fascista- aún su amistad reconocida con Mussolini, no aceptó cargos que le pudieran ofrecer ni renegó de sus orígenes comunistas. Su independencia valía más. Sin embargo se convenció que el Estado Corporativo propuesto por el fascismo era la realización más perfecta, el socialismo llevado a la práctica, un estadio superior al comunismo. Jamás camuflaría sus ideales, en 1936 escribía en la revista La Veritá, confesando su adhesión al fascismo pero también al comunismo:

El fascismo ha hecho una grandiosa revolución social, Mussolini y Lenin. Soviet y Estado fascista corporativo, Roma y Moscú. Mucho tuvimos que rectificar, nada de qué hacernos perdonar, pues hoy como ayer nos mueve el mismo ideal: el triunfo del trabajo”.

Mientras esto sucedía Bombacci tiene un largo intercambio epistolar con el Duce intentando influir en el antaño socialista en su política social. El máxime historiador del fascismo, Renzo de Felice, ha escrito al respecto que Bombacci tiene el mérito de haber sugerido a Mussolini más de una de las medidas adoptadas en esos años 30. En una de estas misivas, fechada en julio de 1934, propone un programa de economía autárquica (que aplicará Mussolini) que, dice Bombacci al Duce, es muestra de su “voluntad de trabajar más en aquello que ahora concierne, en el interés y por el triunfo del Estado Corporativo...”, como hace también desde las páginas de su revista donde una y otra vez batalla por una autarquía que haga de Italia un país independiente y capaz de enfrentarse a las potencias plutocráticas (entiéndase EE.UU. pero también Francia e Inglaterra). Por ello apoya decididamente la intervención en Etiopía en 1935, pero no como campaña colonial sino como preludio del enfrentamiento entre los países “proletarios” (entre los que estaría la Italia fascista) y los “Capitalistas” que irremediablemente deberá llegar, esa“revolución mundial (que) restablecerá el equilibrio mundial”. La acción italiana sería una“típica e inconfundible conquista proletaria” destinada a derrotar a las potencias“capitalistas” y cuya experiencia “deberá ser asumida... como un dato fundamental para la redención de las gentes de color, aún bajo la opresión del capitalismo más terrible”.

Contra Stalin

Entre los años 1936 y 1943, difíciles para el fascismo pues se inician los conflictos armados preludio de la derrota, Bombacci acrecienta su adhesión ideológica a Mussolini. Ya es un hombre que tiene casi sesenta años, ha visto cómo muchos de sus sueños socialistas no se han realizado, pero es un eterno idealista y no está dispuesto a abandonar la lucha por el socialismo, por “esa obra de redención económica y de elevación espiritual del proletariado italiano que los socialistas de primera hora habíamos iniciado”. Su editorial es una ruina económica, sus biógrafos han dejado constancia de las dificultades y penurias que sufre. Le habría bastado un paso oportunista e integrarse en el fascismo oficial y habría dispuesto de todas las ayudas del aparato del Estado pero no quiere perder su independencia aunque en ocasiones deba aceptar subvenciones del Ministerio de Cultura Popular.

Coincide esta etapa con una profunda reflexión de sus errores del pasado y una serie de ataques al comunismo ruso se habría vendido a las potencias capitalistas traicionando los postulados de Lenin. Así, escribe Bombacci en noviembre de 1937, las relaciones entre la URSS y los países democráticos sólo tenía una expoliación que delataría todo lo demás, “la razón es una sola, frívola, vulgar, pero real: el interés, el dinero, el negocio”por lo que podía este antaño comunista declarar abiertamente que “nosotros proclamamos con la conciencia limpia que la Rusia bolchevique de Stalin ha devenido una colonia del capitalismo masónico-hebraico-internacional...” La alusión antisemita no es nueva en Bombacci, ni en los teóricos socialistas de principios de siglo, pues no debemos olvidar que el antisemitismo moderno tuvo sus más fervientes defensores precisamente entre los doctrinarios revolucionarios de finales del siglo XIX cuando el judío encarnaba la figura del odiado capitalista. En Bombacci no encontramos un antisemitismo racialista sino social, acorde con los planteamientos mediterráneos del problema judío a diferencia del anti-judaísmo alemán o galo.

Cuando llega la segunda guerra mundial, y especialmente al estallar en el frente del Este, Bombacci participa de lleno en las campañas anticomunistas del régimen. Como dirigente comunista que ha viajado a la URSS su voz se hace oír. Ahora bien, no reniega de sus ideales, sino que profundiza en su tesis que Stalin y sus acólitos han traicionado la revolución. Escribe numerosos artículos contra Stalin, sobre las condiciones reales de vida en el llamado paraíso comunista, las medidas adoptadas por éste para destruir todos los logros del socialismo leninista. En 1943, poco antes de la caída del fascismo, concluía Bombacci resumiendo su posición en un folleto de propaganda:

¿Cuáles de las dos revoluciones, la fascista o la bolchevique, hará época en el siglo XX y quedará en la historia como creadora de un orden nuevo de valores sociales y mundiales? ¿Cuáles de las dos revoluciones ha resuelto el problema agrario interpretando verdaderamente los deseos y aspiraciones de los campesinos y los intereses económicos y sociales de la colectividad nacional? ... ¡Roma ha vencido! ... Moscú materialista semi-bárbara, con un capitalismo totalitario de Estado-Patrono, quiere unirse a marchas forzadas (planes quinquenales), llevando a la miseria más negra a sus ciudadanos, a la industrialización existente en los países que durante el siglo XIX siguieron un proceso de régimen capitalista burgués. Moscú completa la fase capitalista. ... Roma es bien otra cosa. ... Moscú, con la reforma de Stalin, se retrata institucionalmente al nivel de cualquier Estado burgués parlamentario. Económicamente hay una diferencia sustancial, porque, mientras en los Estados burgueses el gobierno está formado por delegados de la clase capitalista, el gobierno está en manos de la burocracia bolchevique, una nueva clase que en realidad es peor que esa clase capitalista porque sin control alguno dispone del trabajo, de la producción y de la vida de los ciudadanos...

La República Social Italiana

Cuando Mussolini es depuesto en julio de 1943 y rescatado por los alemanes unos meses después, el Partido Nacional Fascista se ha derrumbado. La estructura orgánica ha desaparecido, los mandos del partido, provenientes de las capas privilegiadas de la sociedad se han pasado en masa al gobierno de Badoglio e Italia se encuentra dividida en dos (al sur de Roma los aliados avanzan hacia el norte). Mussolini reagrupa a sus más fieles, todos ellos viejos camaradas de primera hora o jóvenes entusiastas, casi ninguno dirigente de alto rango, que aún creen en la revolución fascista y proclama la República Social Italiana. Inmediatamente el fascismo parece volver a sus orígenes revolucionarios y Nicola Bombacci se adhiere a la proclamada república y presta a Mussolini todo su apoyo. Su sueño es poder llevar a cabo la construcción de esa “República de los trabajadores” por la que tanto él como Mussolini combatiesen a principios de siglo juntos. Como Bombacci se le unen otros conocidos intelectuales de izquierda al nuevo gobierno como Carlo Silvestri (diputado socialista, después de la guerra defensor de la memoria del Duce), Edmondo Cione (filósofo socialista que será autorizado a crear un partido socialista aparte del Partido Fascista Republicano), etc.

El primer contacto con Mussolini lo tiene el 11 de octubre, hace apenas un mes de la proclamación de la RSI, y es epistolar. Bombacci le escribe a Mussolini desde Roma, una ciudad donde el fascismo se ha derrumbado estrepitosamente, los romanos han destruido todos los símbolos del anterior régimen en las calles, pero donde quedan muchos fascistas de corazón, y es ahora el momento que elige para declarar a Mussolini que está con él. No cuando todo eran parabienes y alegrías sino en los momentos difíciles como tan sólo hacen los verdaderos camaradas:

Estoy hoy más que ayer totalmente con usted” –le confiesa Bombacci- “la vil traición del rey-Badoglio ha traído por todos lados la ruina y el deshonor de Italia pero le ha liberado de todos los compromisos pluto-monárquicos del 22. Hoy el camino está libre y a mi juicio se puede sólo recorrer al resguardo socialista. Ante todo: la victoria de las armas. Pero para asegurar la victoria debe tener la adhesión de la masa obrera. ¿Cómo? Con hechos decisivos y radicales en el sector económico-productivo y sindical... Siempre a sus órdenes con el gran afecto de treinta años ya”.

Mussolini, acosado por la situación militar pero más resuelto que nunca en llevar a cabo su revolución ahora que se ha desprendido de los lastres del pasado, autoriza que los sectores más radicales del partido asuman el poder y se inicia una etapa denominada de “Socialización” (nombre propuesto por Bombacci y aceptado por el Duce) que se traducirá en la promulgación de leyes claramente de inspiración socialista, en cuanto a la creación de sindicatos, cogestión de las empresas, distribución de beneficios, nacionalización de los sectores industriales de importancia. Todo ello resumido en los 18 puntos del primer (y único) congreso del Partido Fascista Republicano en Verona, un documento redactado por Mussolini y Bombacci conjuntamente, que debía convertirse en las bases del Estado Social Republicano. En política exterior intentará convencer a Mussolini que había que firmar la paz con la URSS y proseguir la guerra contra la plutocracia anglosajona, resucitar el eje Roma-Berlín-Moscú de los pensadores geopolíticos del nacional-bolchevismo de los años veinte, una propuesta que parece haber tenido éxito en Mussolini que escribirá varios artículos para la prensa republicana al respecto aún sabiendo que esta propuesta tenía una tenaz oposición por parte de un amplio sector del partido, en particular de Roberto Farinacci. Bombacci viaja al norte y se reinstala cerca de su amigo Walter Mocchi, otro veterano dirigente comunista convertido al fascismo mussoliniano que trabaja para el Ministerio de Cultura Popular.

Si para muchos el último Mussolini era un hombre acabado, títere de los alemanes, no deja de sorprender la adhesión que recibiera de hombres como Bombacci, un verdadero idealista, de altura imponente, con la barba crecida y una oratoria atrayente, alérgico a todo lo que pudiera significar encasillarse o aburguesarse, que tampoco ahora aceptará ni sueldo ni prebendas (sólo a principios de 1945 aparecerá su nombre en una lista de propuestas de nóminas del ministerio de Economía o como Jefe de la Confederación Única del Trabajo y de la Técnica). Bombacci se convertirá en asesor personal y confidente de Mussolini, para atraer de nuevo a las bases del partido de los trabajadores. Propone la creación de comités sindicales, abiertos a no militantes fascistas, elecciones sindicales libres, viajará a lo largo de las fábricas del industrializado norte (Milán-Turín) explicando la revolución social del nuevo régimen y el porqué de su adhesión. Parece que nuevamente el viejo combatiente revolucionario rejuvenece, tras un mitin en Verona y varias visitas a empresas socializadas escribe al Duce el 22 de diciembre de 1944: “He hablado una hora y 30 minutos en un teatro entregado y entusiasta... la platea, compuesta en la mayor parte por obreros ha vibrado gritando: Sí, queremos combatir por Italia, por la república, por la socialización... por la mañana he visitado la Mondadori, ya socializada, he hablado con los obreros que forman parte del Consejo de Gestión que he encontrado lleno de entusiasmo y comprensión de esta nuestra misión”. Mientras la situación militar se deterioraba por momentos y los grupos terroristas comunistas (los trágicamente famosos GAP) ya habían decidido eliminarle por el peligro que conllevaba su actividad para sus objetivos.

Pero la guerra está llegando a su fin. Benito Mussolini, aconsejado por el diputado ex-socialista Carlo Silvestri y Bombacci, propone entregar el poder a los socialistas, integrados en el Comité Nacional de Liberación, antes que a los dirigentes derechistas del sur. Sin embargo fracasan. En abril de 1945 las autoridades militares alemanas se rinden a los aliados, sin informar a los italianos, es el fin. Abandonados y solos.

Crepúsculo de un nacional-revolucionario

Durante los últimos meses de la RSI Bombacci continuó, incluso entonces, la campaña para recuperar a las masas populares y evitar que se decantasen por el bolchevismo. A finales de 1944 se publicaba un opúsculo titulado Esto es el Bolchevismo, reproducido en el periódico católico Crociata Italica en marzo de 1945, Bombacci insiste en las críticas hacia las desviaciones estalinistas del comunismo real que ha destruido el verdadero sindicalismo revolucionario en Europa con las injerencias rusas. Estas últimas semanas de vida de la experiencia republicana Bombacci está al lado de los que aún creen posible una solución de compromiso con el enemigo y así evitar la ruina del país. Leal hasta el final se quedará con Mussolini aún cuando todo ya definitivamente esté perdido, proféticamente habla de ello a sus obreros en una de sus últimas apariciones públicas, el 14 de marzo de 1945:

Hermanos de fe y de lucha... yo no he renegado a mis ideales por los cuales he luchado y por los que, si Dios me concede de vivir aún más, lucharé siempre. Pero ahora me encuentro en las filas de los colores que militan en la República Social Italiana, y he venido otra vez porque ahora que sí va en serio y es verdaderamente decisivo reivindicar los derechos de los obreros...

Nicola Bombacci, siempre fiel, siempre sereno, acompañará a Mussolini en su último y dramático viaje hasta la muerte. El 25 de abril está en Milán. El relato de Vittorio Mussolini, hijo del Duce, de su último encuentro con su padre, a quien le acompañaba Bombacci, nos muestra la entereza de éste:

Pensé en el destino de este hombre, un verdadero apóstol del proletariado, un tiempo enemigo acérrimo del fascismo y ahora al lado de mi padre, sin ningún cargo ni prebenda, fiel a dos jefes diversos hasta la muerte. Su calma me sirvió de consuelo.”

Poco después, tras haberse Mussolini separado de la columna de sus últimos fieles para ahorrarles tener que compartir su destino, Bombacci es detenido por un grupo de partisanos comunistas junto a un grupo de jerarcas fascistas. La mañana del 28 de abril era colocado contra el paredón en Dongo, al norte del país, a su lado Barracu, un valeroso excombatiente, mutilado de guerra; Pavolini, el poeta-secretario del partido; Valerio Zerbino, un intelectual; Coppola, otro pensador. Todos gritan ante el pelotón que los asesina “¡Viva Italia!” mientras y no deja de ser una paradoja, fiel reflejo de la controvertida personalidad de Nicola Bombacci, que éste, mientras caía su cuerpo acribillado por las balas de los comunistas, gritase: “¡Viva el Socialismo!