- Circulo de Estudios Tercerposicionistas: 2017
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lunes, 30 de octubre de 2017

La Cruz Céltica: Un Símbolo Nacional-Revolucionario.


Al margen de su simbolismo religioso la Cruz Céltica ha sido un símbolo adoptado por la casi totalidad de las organizaciones Nacional-Revolucionarias. La "céltica" tal y como se la conoce popularmente entre los NR, se convirtió en el emblema de la revolución social y nacional europea.

Aunque antes de la II Guerra Mundial existieron organizaciones políticas de ideología fascista que utilizaron emblemas con la cruz solar no puede afirmarse que estos partidos fueran los precursores de la "céltica" asumida como símbolo NR. La primera organización que utilizó este emblema como símbolo político fue la francesa Jeune Nation, de Pierre Sidos y Dominique Venner en 1955, posteriormente fue utilizado en Francia por la Federación de Estudiantes Nacionalistas, por Occident y por algunos grupos de la OAS, para ser finalmente adoptada por Ordre Noveau y el GUD.

Pero fue en Bélgica de la mano de Jean Thiriart donde la "céltica" cobró protagonismo a través de la publicación dirigida por el optometrista belga, "Nation Belgique", que daría paso a la organización Joven Europa. La rápida expansión de este partido transnacional por Europa hizo que la "céltica" fuera poco a poco convirtiéndose en un símbolo reconocido como revolucionario, europeísta y comunitario.

En España fueron, como no podría ser de otra forma, los militantes españoles de Joven Europa quienes utilizaron en 1963 por primera este emblema político. Pero quienes dieron a conocer la "céltica" de forma mucho más amplia fueron los miembros del Circulo español de amigos de Europa (CEDADE). Esta organización Nacional-Socialista utilizó profusamente este símbolo NR, comaginando con el propio de su organización y la svástica. Mucho tuvo que ver en ello los muchos contactos que esta asociación mantenía con infinidad de organizaciones europeas de tipo nacionalista.

Más tarde serían partidos creados a partir de escisiones de CEDADE, FN o FEJONS, como el Frente Nacional de la Juventud o Juventudes Nacional-Revolucionarias, el Frente de la Juventud o Joven Nación quienes serían portadores de la "céltica". A mediados de los años ochenta, tras la desaparición del Frente de la Juventud y otros grupos más o menos NR, fue Bases Autónomas, y en menor medida Vanguardia Nacional Revolucionaria, quien popularizó de nuevo este símbolo. En efecto, su desenfrenado activismo hizo que este símbolo estuviera presente en actos, manifestaciones, pintadas, panfletos o carteles. La "céltica" se convirtió en el emblema de la juventud patriota rebelde, una juventud que buscaba nuevas vías fuera del patriotismo nostálgico y caduco.

Pero la "céltica" ha sido también objeto de tergiversación y manipulación. Muchos fueron los jóvenes , o pequeñas organizaciones fantasma, quienes utilizaron este símbolo para defender todo lo contrario de lo que en su origen representó y representa. La "céltica" ha sido definida por los "cazanazis" a sueldo del Sistema como la "nueva svástica", ha sido utilizada por organizaciones reaccionarias contrarias a los principios NR, ha sido usada por grupos violentos sin ideología alguna, e incluso ha sido adoptada por grupos de delincuentes comunes disfrazados con supuestos ideales. Por todo ello, y debido sobretodo, a la debilidad de las organizaciones Nacional-Revolucionarias, este ha sido el motivo por el cual los movimientos NR han abandonado de forma gradual esta insignia y han ido adoptado otros símbolos más actuales y acorde con las estrategias de sus respectivas organizaciones políticas.

La "céltica" es el emblema que muchos NR llevamos en el corazón, es el símbolo que pintamos por primera vez en una pared o el que ilustraba una octavilla que repartíamos o un cartel que pegábamos. Es el distintivo con el que hemos identificado nuestras ideas durante décadas. Poco importa ya, el mal uso que se haga de ella por parte de algunos, las banderas negras con la céltica blanca seguirán ondeando en la historia del movimiento NR.

Extraído por CET de "¿Qué es ser Nacional-Revolucionario?".

lunes, 23 de octubre de 2017

Una Joven Europa, de Dominique Venner.


La victoria americana y soviética de 1945 puso fin a los conflictos entre naciones europeas. La amenaza de los adversarios y de los peligros comunes, una evidente solidaridad de destino en los buenos y malos días, intereses similares han desarrollado el sentimiento de unidad.

Este sentimiento se ve confirmado por la razón. La unidad es indispensable para el futuro de las Naciones Europeas. Han perdido la supremacía de la cantidad; unidad reencontrarían la de la civilización, el genio creador, el poder organizativo y la potencia económica. Divididas, sus territorios están consagrados a la invasión y sus ejércitos a la derrota; unidas constituirían una fuerza invencible.

Aisladas, se convertirán en satélites, con la certeza de caer, como ya parte de ellas ha caído bajo el dominio soviético[1]. La civilización europea sería sistemáticamente combatida y se pondría punto final a la evolución de la humanidad. Unidas tendrán, por el contrario, los medios para imponerse y asegurar su misión civilizadora.

La unidad no puede ser la extensión de los organismos financieros y políticos creados en la posguerra. Tiene por fin extender el poder intencional de la tecnocracia que controla todos los mecanismos. y preservar los privilegios políticos económicos que se disimulan detrás de los anuncios de la democracia. Esas instituciones aportan desde ahora a escala europea y multiplicada los vicios y consignas engendrados por el régimen en cada una de las naciones. En nombre de Europa, el desarrollo de esas instituciones acelera la decadencia.

Unidad no puede significar nivelación. La uniformidad y el cosmopolitismo destruirían Europa. Su unidad se edificará en torno a las realidades nacionales que cada pueblo decide defender: comunidad histórica, cultural original, raíces. Querer limitar Europa a la influencia latina, o la germánica, sería mantener la división, incluso desarrollar una nueva hostilidad. Pero sobre todo, sería negar la realidad europea concretada por Roma y la Edad Media en una fusión de sus dos corrientes: continental y mediterránea.

Imaginar Europa bajo la hegemonía de una Nación sería recomenzar un sueño sangriento del que la historia lleva aún marcas recientes; la diversidad de lenguas y orígenes no es un obstáculo; numerosos estados son multilingües y el Imperio Romano, que edificó la primera unidad europea en el respeto a los pueblos reunidos y sus culturas, se dieron emperadores nacidos tanto en Roma como en la Galia, Iliria o España.

Europa no se limita a la frontera artificial del telón de acero impuesto por los vencedores de 1945[2]. Engloba la totalidad de las naciones y pueblos europeos. Pensar en la unidad es, ante todo, pensar en la liberación de todas las naciones cautivas, de Ucrania a Alemania. El destino de Europa está en el Este; romper las cadenas, abatir la tiranía soviética, rechazar la marea asiática.

Fuera del bloque continental europeo, los pueblos y estados que pertenecen a su civilización forman Occidente. Europa es su alma. Su solidaridad completa se afirmará sobre todo con los centros occidentales de África. Esas posiciones son las bases de una nueva organización del continente africano, cuya suerte está ligada a la de Europa.

En la construcción europea, los pueblos subdesarrollados encontrarán un ejemplo y soluciones a sus propias dificultades. No es limosna lo que necesitan sino organización. Europa posee un cuerpo incomparable de cuadros especializados en cuestiones de ultramar. Ninguna potencia podrá rivalizar con el talento organizativo de esos cuadros respaldados por el despertar del dinamismo europeo. Sacarán a esos pueblos de la miseria y la anarquía, los aproximarán a Occidente.

No serán los acuerdos económicos los que unirán Europa, sino la adhesión de sus pueblos al Nacionalismo. Obstáculos que parecen insuperables son debidos a las estructuras democráticas. Una vez barrido el régimen, estos falsos problemas desaparecerán por si mismos. Es pues evidente que sin revolución no hay unidad europea posible.

El triunfo de la revolución en una Nación de Europa -y Francia es la única que reúne las condiciones requeridas- permitirá una rápida expansión a otras naciones. La unidad de dos naciones desembarazas del régimen desarrollará tal fuerza de seducción, tal dinamismo que los dos viejos sistemas, el telón de acero y las fronteras se hundirán. La primera etapa de la unidad será política y creará de forma evolutiva un solo Estado colegiado. La seguirán otras etapas, militares y económicas. Los movimientos nacionalistas de Europa serán los agentes de esa unidad y el núcleo del futuro orden.

Así la Joven Europa, fundada sobre una misma civilización, un mismo espacio, y un mismo destino, será el centro activo de Occidente y el orden mundial. La juventud de Europa tendrá nuevas catedrales por construir y un nuevo imperio que edificar.

Extraído por CET de "¿Qué es el nacionalismo?".



[1] Debemos recordar que el texto fue escrito en 1962. Sin embargo, el actual contexto que atraviesa Europa es muy similar, debatiéndose entre Estados Unidos por un lado y los nuevos centros de poder en Asía-Pacífico por el otro.
[2] En la actualidad atravesamos una situación similar, tal y como evidencian las relaciones bilaterales entre la Unión Europea y la Federación Rusa, y la pretensión de incluir a la República de Turquía como Estado miembro.